Me fastidia cuando se muere alguien y de repente las agencias de información hacen artículos especiales para despedirse de esa persona. Por supuesto, me refiero a cuando se mueren personas que han tenido cierta "publicidad" (de público) y que han hecho algo interesante por la sociedad. Pero, hasta ese día, nada, ni una triste mención.
En ese sentido es difícil hacer diferenciaciones, ¿en qué momento una persona merece el homenaje público por toda una vida de obras, esfuerzo y cambio de su sociedad?
No sé si alguno de vosotros conocéis a José Luis Pinillos. Para que os hagáis una idea, es un profesor, escritor y psicólogo español, que nació hace 94 años en la capital de Euskadi.
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A lo largo del siglo XIX surgieron las ciencias sociales que hoy más visibilidad tienen, entre ellas estaba la economía como la entendemos hoy en día, la sociología y, cómo no, la psicología.
Fue la psicología una disciplina que intentó escapar de los influjos filosóficos (de esa, ojo con esto, filosofía idealista y hegeliana) para proponer tesis sobre el comportamiento de los seres humanos que partiesen de una base real, física... en fin, una filosofía materialista más.
Pasan los años y la psicología adquiere un estatuto propio y se separa de la filosofía como se entendió hasta esa fecha. Hago una separación clara entre las filosofías idealistas que aún hoy tienen su altavoz en instituciones como la Iglesia Católica y en filósofos, por supuesto, cristianos... y algunos teólogos que revolotean aún sobre las cuestiones sobre dios, a la luz de la ciencia y de las filosofías existencialistas, estructuralistas y de otras religiones ateas como el budismo o el zoroastrismo. No sé si la teología puede seguir ese camino sin suponer su estudio una contradicción in terminis.
Pero ese es otro tema.
La psicología comenzó el camino de emancipación de su madre filosófica, al igual que la química lo hizo, de la mano de Lavoisier (entre otros), con respecto de la alquimia y, también, la física con respecto de los planteamientos y filosofías atomistas de los presocráticos, sofistas y otros filósofos de las escuelas estoicas, epicureístas, aristotélicas...
Iniciando el siglo XX tuvo una explosión inusitada con los estudios del propio Sigmund Freud y, más adelante, con Lacan y otros psicoanalistas (que estaban a la sombra de la psicología, pero con un montón de presupuestos antropológicos y ontológicos, o sea, todavía bajo el influjo de la filosofía).
Muchos de sus planteamientos han dado que hablar al resto de la comunidad científica e incluso a la filosófica. Ahora es vox populi el asunto del significado de los sueños y la realidad del inconsciente, los tabúes, la potenciación y desenmascaramiento de la sexualidad en todos sus ámbitos, etcétera.
Es ahí donde se encuentra nuestro amigo José Luis Pinillos, es bajo esta influencia donde comienza a estudiar Filosofía y Letras, en el camino de la Filosofía pura. Se especializará, como ya veremos, en la Psicología. Esta carrera no existía de por sí en nuestras universidades, tampoco quiero buscar en qué momento comenzó a haber una carrera de psicología propiamente dicha pero desde luego que no fue el caso de José Luis el tener la oportunidad de poder estudiarla de manera explícita. Habría ya que esperar a los años 60 para que tuviese la cátedra de Psicología.
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Me encontraba yo haciendo primero de bachillerato. Mi profesor de la asignatura de psicología, señor al que debo (sin exagerar) mi vida -intelectual- me animó a entrar en la web de la Fundación Juan March para bajarme, "a ti que tienes de esas cosas", al iPod el podcast de las conferencias que se habían dado en esa institución desde el año 1975 hasta la actualidad.
Esa misma tarde entré en iTunes para buscar las conferencias que me había recomendado. En ese caso me había recomendado las conferencias que nuestro protagonista dictó en el año 1975.
Me las descargué y las escuché durante unas cuantas horas, todas seguidas.
Era la primera vez que escuchaba una conferencia, ¡y ni siquiera era a tiempo real! El José Luis Pinillos que me hablaba era un señor conferenciante, un auténtico pedagogo, hilvanaba perfectamente sus explicaciones sobre la conciencia y la mente humana con divertidas anécdotas sacadas de su propia vida o de los grandes clásicos de la literatura. Era realmente un placer escuchar esas conferencias.
Me dije a mí mismo: yo quiero ser así de mayor.
Me dije a mí mismo: yo quiero ser así de mayor.
Y fue a través de su ejemplo por lo que continué estudiando y con el que seguí, sin pretenderlo casi, los pasos de José Luis Pinillos, e hice (y sigo haciendo) los estudios de la Filosofía pura, para aprovecharme de su potencial crítico (sí, aún en el siglo XXI la filosofía tiene un potencial crítico enorme) y la filosofía materialista al modo epicúreo que, a mi parecer, tiene la psicología como se entiende dentro del laboratorio, no como un panfleto de autoayuda sino como una verdadera filosofía terapéutica a través de la palabra y otros métodos (dejemos los medicamentos a los médicos y a los psiquiatras).
Es en este momento de mi existencia en el que me uno estrechamente a José Luis Pinillos que, sin pretenderlo, ha torcido mi camino vital hacia un lugar que hace cinco años no estaba ni medio claro.
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Años más tarde escucho la conferencia que da en la misma institución, presentado ya no por Andrés Amorós sino por Antonio Gallego, nuestro querido José Luis Pinillos. Nos habla sobre el Hombre Incondicionado y comienza citando la obra más famosa de La Mettrie: El hombre máquina.
La primera vez que escucho esta conferencia no tengo todavía el suficiente bagaje ni las suficientes lecturas y estudio a mi espalda como para reconocer el problema que, desde la psicología, se está tratando de dilucidar. José Luis Pinillos nos describe un mundo de cadenas que poco a poco su disciplina ha hecho patente. El hombre ha dejado de ser libre y poco a poco se va dando cuenta de ello en esa dolorosa progresión medio humillante medio esclarecedora que señores como Darwin, Galileo o el propio Freud han propiciado.
En el tiempo en que se pronuncia esta conferencia (año 1987) está claro que el hombre actúa conforme a un aparato físico, que aquello que se había dado en llamar libre albedrío es tumbado por los condicionamientos tanto externos como internos y que la naturaleza nos agarra más de lo que nosotros mismos nos imaginamos.
No entendía aún la amargura y la lucha interior de un hombre como José Luis que había sido educado en la idea de que el hombre era fundamentalmente libre y que, después de años de estudio, ha ido descubriendo cuán insostenible era eso.
En la cuarta conferencia de ese ciclo quiere José Luis Pinillos darnos una idea de (tras enseñarnos previamente nuestras cadenas) cómo es posible que, a pesar de los escasos resquicios de libertad que nos deja la naturaleza, escapar a esa realidad. Era el momento en que la propia psicología comenzaba a darle la razón.
"Después de una vida de trabajo ya terminada casi, soy de los convencidos de que la psicología terminará y está orientando su rumbo en esa dirección. La psicología ya es capaz de intervenir para emancipar, puede intervenir para esclavizar, para alienar. Pero puede también intervenir también para que el hombre se realice, no sólo par hacer pronósticos, sino para hacer posible que los pronósticos sean buenos, sean humanos, que es lo que hace la prospectiva: propiciar un futuro, lal clase de futuro que creemos buena. Pues bien, la psicología ya entiende de futuros, de futuros de conductas. Lo que hace falta es que la imagen de hombre que propicie se asemeje a aquella que hace siglos cantó con tanta belleza Angelus Silesius: “Un hombre espiritual es como la eternidad, intacto para siempre de toda exterioridad”. O para decirlo con un español más bronco - la situación era distinta - Miguel Hernández: “Un hombre al que ese mundo de cadenas le es ajeno y exterior”. Miguel Hernández sabía que en el hombre había cadenas pero sabía que ese mundo, al hombre interior que era él, le era ajeno y exterior.
Ciertamente la libertad del hombre no es absoluta, está condicionada, rodeada de cadenas, pero a la postre, condicionada y todo, es libertad. De ella, de esa libertad cabría decir lo que Mercutio herido ya de muerte respondió a Romeo:
“Que si es mucha la herida?
No, no es tan honda como un pozo ni tan ancha como la puerta de una iglesia, pero basta, servirá, mañana me encontrarás en el cementerio”.
Y esto es lo que ocurre con la libertad, que la poca que tenemos sirve. Basta para luchar por ella y para impedir que la poca ciencia nos la arrebate."
En este siglo disciplinas como la neurología están tratando de conseguir el monopolio del conocimiento sobre la profunda realidad humana. Dentro de una posición materialista es aún hoy posible encontrar un pequeño hueco para esconder en él la libertad. A pesar del estudio del cerebro y de sus neuronas; a pesar del estudio de nuestro comportamiento y de las cadenas; de lo genético y de lo epigenético; incluso llegando a la conclusión desesperanzadora de que estamos casi totalmente condicionados por el ambiente, la juventud aún no marchitada por la rutina y la experiencia de los sueños frustrados creerá que la idea utópica sobre la libertad sigue siendo posible.
El optimismo no insultante que nos dice que se puede llegar a concebir un mundo en el que seamos más dueños de nosotros mismos que esclavos de nuestras cadenas naturales es una guía de vida y un proyecto práctico y real, compatible con la actitud revolucionaria y libertaria, hospitalario con la crítica anticapitalista y antiempresarialista.
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He querido mediante este artículo homenajear a José Luis Pinillos, que aún vive, tanto por su trayectoria como por el poso que ha dejado (incluso sin quererlo) en la sociedad y en personas como yo, que de alguna forma hemos aprovechado sus clases, libros y conferencias.
Un saludo.
En Logroño, 18 de julio de 2013.
PD: Si alguien quiere escuchar alguna de las conferencias que cito puede entrar aquí.
Muchas gracias por compartir la información de las conferencias, excelente el comentario e historia del Profesor Pinillos. Querido J.L. Pinillos, descanse en paz.
ResponderEliminarGracias a ti por tomarte la molestia de leerlo. Un afectuoso saludo.
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