Elegimos al padre y a la madre. Eso también se hace con los perros.
Luego le alimentamos adecuadamente y le situamos en un territorio de clima favorable.
Le ponemos cerca de lo que culturalmente creemos que es un entorno ejemplar.
Arreglamos toda la estructura médica, biopolítica e ideológica para que el niño crezca siguiendo un camino previamente marcado.
Aunque otros se encarguen de dar mil vueltas a las leyes orgánicas de educación procuramos que el niño no las sufra.
Es hora de entrar en la universidad y entrar en un sistema aún más burocratizado y coartador de la libertad y de la creatividad.
Muchos confunden un feliz resultado en ciencia o ingeniería con un resultado producto de la creatividad. Muchos confunden esclavitud informal con excelencia y productividad.
El niño ha de ser excelente, creativo en sentido amplio y esclavo de la burocracia.
Es esclavo de la burocracia hasta que llega el verano y se pone frente al espejo de la realidad.
Cada 15 veranos se harta de su mujer y se separa de ella.
Da a sus hijos y nietos consejos manidos, producto de una experiencia ya de por sí guiada y sesgada.
El consejo del burócrata es genial para aumentar el papeleo.
El burócrata no nace, se planifica el parto de su madre.
El burócrata no crece, se incluye dentro del sistema burocrático y se desarrolla en sus lógicas.
El burócrata no se reproduce, vuelve a planificar su descendencia.
El burócrata no muere, pasa a ser una carpeta en cualquier archivador dentro de un edificio de hacienda.
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