Robotín de Google

15 de noviembre de 2012

Dilthey al aparato



"Y mientras nadie afirme que es capaz de inferir el complejo de pasión, creación poética y reflexión intelectual que llamamos la vida de Goethe, de la estructura de su cerebro, de las propiedades de su cuerpo, y hacerla así mejor comprensible, no se discutirá tampoco el puesto independiente de una ciencia semejante". DILTHEY, W. , Introducción a las ciencias del espíritu.

14 de noviembre de 2012

El coste de la objetividad

Me asombra la capacidad de algunas personas de objetivizar todo de una manera tan radical y extrema, como si el debate no fuese con ellos, como si hablar de muertes de dioses, de desapariciones de almas y de mentes no tuviese ninguna importancia en sus vidas.
Entiendo que para arreglar un coche muchas veces hay que desmontarlo, quitar piezas inútiles y cambiarlas por otras. Puede que el coche arranque y circule perfectamente sin muchas de esas piezas, ¿pero qué ocurre cuando arranca pero no circula?

No podemos ponernos en la piel de los animales, somos animales pero seguimos sintiendo que estamos unos pasos por delante suyo (aunque sea por nuestra capacidad de hablar y escribir), en cambio a la hora de naturalizar todos los problemas nos pasamos por el forro esta cuestión, actuamos de manera despreocupada, como si la destrucción que fuesemos a llevar a cabo no dejase nada por el camino, como un botellón o cabalgata que lleva siempre tras de sí a los servicios de limpieza y que hacen desaparecer cualquier rastro de lo ahí ocurrido minutos antes.

Tampoco es bueno poner esto mucho en duda. No sé si por suerte o por desgracia cada día me encuentro más frente a este tipo de gente que parece que no ve delante suyo otra cosa más que la ciencia en todas sus vertientes. En cambio luego las conoces un poco y resulta que se enamoran, que dejan de comer (¡cosa más natural!) porque quieren ver no sé qué película (¡cosa más antinatural, ver películas!) y no llegan a comprar las entradas, que tocan el piano, que leen libros, que pierden horas y más horas emborrachándose (no estoy siendo moralista, estoy poniendo ejemplos de actividades que no tienen nada que ver con la supervivencia de la especie o de satisfacer los deseos básicos de una supuesta pirámide de Maslow), etcétera.

Resulta que lo que les preocupa por encima de todo es ese Estado (con mayúscula), cómo funciona, qué es la democracia, cómo se vota, cómo se intenta ejercer presión, ¡cosa más antinatural que el poder político!  No dejan de dar vueltas a los mismos asuntos.

Desgraciadamente la ciencia natural les ayuda muy poco a comprender esos eventos. Las longitudes de onda no tienen nada que ver con nuestra vivencia de los colores, la acumulación de sonidos (no aleatorios) en una sinfonía nos causa emociones, nos hace recordar determinados eventos pasados, etc. Ok, podemos achacar todo ese sentimiento a conexiones neuronales, podemos reducirlo a la mera electricidad. Pero por mucho que una neurología o una psicología nos den información valiosísima sobre cualquier evento será de todo imposible (no porque, mal entendidas, no puedan,¡ sino porque NO TIENEN LAS HERRAMIENTAS PARA ELLO!) que nos den una resolución. No dejarían de ser explicaciones cuantitativas sobre experiencias subjetivas y cualitativas: vivencias personales, intransferibles, insometibles al estudio.

¿Por qué siguen existiendo jueces? ¿Por qué no hemos construido un ordenador que, con un input larguísimo de condicionantes e información relevante sobre un determinado caso pueda tomar la decisión que mejor crea conveniente sin problemas políticos o ideológicos de por medio? ¿Qué es lo que diferencia la inteligencia artificial de la humana? ¿Nos acogemos a la definición de la máquina de Turing y decimos que hay mente en cualquier ente que pueda demostrar el mismo comportamiento que la mente humana? ¿Es o será eso posible?  ¿Nos conviene? (prospectiva) ¿Son cosas iguales, o diferentes? ¿Para eso sirve la ciencia? (utilitarismo) ¿Por qué la ciencia no se ha preocupado de crear un sistema económico que dé respuesta a las infinitas necesidades del ser humano? ¿Acaso no importa más quitar el hambre del mundo que desarrollar redes de telecomunicaciones? Ah, que la economía no es como la física. Vale.

En la misma crítica, ¿no están usando un lenguaje natural, no formal, con sus equívocos, recursividades, cargas culturales? ¿Se puede pensar objetivamente con un aparato lingüístico con tales handicaps en su seno? No, no somos máquinas.

De todos modos, aquí estoy yo para exponer la realidad (¿puedo sostener que esto no es una opinión, sino una descripción objetiva?, este problema que veo que no va a desaparecer, un problema tratado en literatura, cine o poesía, un problema que quizá de momento no importe pero que me hace temer lo peor de cara al futuro.

No apelaré a las tripas con demagogia barata ni a los sentimientos del lector diciendo que este pensamiento que estoy desvelando como, en muchos casos, criminal, ha provocado la aparición de la bomba atómica. No, no es relevante ni creo que nos dé luz sobre el caso. Hablo de mantener el sistema, hablo en general de la vida de la humanidad, no de los habitantes de la concreta Hiroshima.

Hablo de la libertad, signifique esto lo que signifique.

13 de noviembre de 2012

La "idiotez" en Gustavo Bueno



Iba a hacer un post titulado así: "Los ingenieros y científicos, para ser buenos en sus actividades, tienen que ser idiotas".
Iba a tomar la etimología antigua derivada del griego (idiotes) y hacer una especie de juegos lingüísticos para demostrar por qué para tener buenos científicos, que hagan bien sus tareas y, en el mismo caso, para tener buenos médicos, arquitectos e ingenieros, deberían ser idiotas en el sentido más ancestral de la palabra.

Así le gusta sorprender, entre otros, a Gustavo Bueno. Es muy potente (por lo chocante más que otra cosa) lo que una definición así puede sugerir al espectador.

-En un principio un ingeniero, por muy débil mental o idiota que sea (repito, en el sentido clásico) se va a sentir insultado y va a comenzar a ver al maestro de la etimología como un cretino que hace juegos con el lenguaje para llamar la atención.
-Posteriormente quizá entienda a dónde va a parar ese cretino, que no pretende otra cosa que decir que el argumento de un médico sobre cosas que no son medicina tiene tanta o menos calidad como la de un barrendero. Y se preguntará: ¿por qué me pone a mí como ejemplo de idiota?

Me gustaría desglosar el pensamiento de Gustavo Bueno en muchos posts, pero es tan amplio y abarca tantas áreas que necesitaría unos cuantos años más, al menos para conocer qué sería eso de cierre categorial y materialismo filosófico y luego poder criticar en consecuencia. Qué perturbante es aquel principio que obliga a conocer bien un sistema antes de criticarlo, perturbante porque bien puede ocurrir en el camino de la crítica que uno comience a interiorizar todos los conceptos y a hacerse adepto del mismo (cosa que sucede hoy en día a muchos leyendo a señoras como Simone Weil o a los marxistas clásicos, aunque no nos den apenas luz sobre los problemas de nuestro día a día).

Una de las cosas que más me han sorprendido escuchando conferencias de Bueno es que entremezcla en ellas teorías muy profundas (cuyo conocimiento y manejo es amplísimo, casi difícil de creer) además de una ironía muy sutil que las recorre. Libros como "Zapatero y el pensamiento Alicia" nos pueden resultar indicativos de por dónde se mueve Bueno ideológicamente pero, buceando un poco en ellos, vemos esos títulos como productos del marketing más que como (así pienso yo que debería ser siempre) una síntesis de su contenido.

Gustavo Bueno no opina.

Bueno siempre está girando entre una pretendida objetividad a la hora de hablar sobre el mundo (desde todas las aristas a las que su aparato gnoseológico permiten entrar) pero aprovecha para dar rienda suelta a algunos de sus sentimientos anti-gilipollas e idiotas.

El resultado es muy simpático, son flechas argumentales, ves cómo palpita en cada una de ellas, no sabes si es la razón, si es el sueño de objetividad que tanto han perseguido la mayoría de los filósofos... pero aprendes, ves, distingues, te ayuda a saber qué está bien argumentado y qué está mal, a veces en las mesas redondas está hablando un ponente y por detrás (si los micrófonos no están apagados) se escucha a Gustavo Bueno afirmando lo dicho o negándolo, no callado, no se puede callar, no se lo permite ni su edad ni su ímpetu. Ya no está en edad de callarse, así deberían hacer todos, un profesor no puede (a mi parecer) jubilarse del todo, si estuviese verdaderamente apasionado por las teorías o por las prácticas en las que desemboca no podría jamás de dejar el terreno de debate, no podría pensar siquiera en abandonar esa crítica constante, esa argumentación potente, pasando de falsas humildades y llevando por bandera su conocimiento y estudios.

No he encontrado mejor orador en la actualidad que Gustavo Bueno, mejor dicho, no he encontrado un posible contrincante más eficaz y dañino en debates racionales como lo es este hombre (por supuesto, dentro de su rama, porque Bueno también es idiota, usando el sentido etimológico, en las demás ramas que no conoce). No siento deseo alguno de enfrentarme a algo así, al menos hasta dentro de unos cuantos años no tendría las suficientes herramientas para ello y probablemente Gustavo ya haya fallecido. Aún así siento que llegar a su nivel es una especie de meta intelectual, de compromiso adquirido.

Cuando una persona es llamativa y eminente en su campo se suele decir que hay dos opciones: o amarlo u odiarlo. Tampoco creo que esta cuestión se pueda aplicar aquí, no se puede pensar en Gustavo Bueno con las tripas (aunque, repito, muchas de sus críticas y comentarios parezcan encontrar mayor energía usando esas tripas, pero siempre sublimándolas y proyectándolas en su discurso fundamentadísimo y correcto), no creo que se trate de quererle o despreciarle.

La regla general en este país, como todos sabemos, es despreciar a lo eminente. Cuando se muera quizá reciba algunos premios póstumos y consideraciones y haya gente que se dé cuenta de que existía. Eso me molesta bastante, tanto cuando los llevo conociendo desde hace años y de repente gente que no tenía ni idea de su existencia comienza a descubrir su valor como viceversa, cuando con el pensador (o lo que fuese) estaba vivo y yo mismo he ignorado su existencia.
Pero llega un punto en que los años pasan y no conocer a determinadas personas es una especie de pecado en una comunidad, ¿quién no conoce hoy a Jose Luis Sampedro? No voy a decir que quién no conoce a Emilio Lledó o a otros, pero la muerte les reconcilia con la publicidad.

Lástima que el pensador del siglo XXI, si quiere ser tenido en cuenta, deba dedicar la mitad de sus esfuerzos a publicitarse en radio, televisión e internet.
Pues bien, Gustavo Bueno recoge en su figura y en su vida el paradigma del pensador: completo, escritor, profesor, publicitado, crítico y polémico.

Critiquémosle, con argumentos fundados, evitemos a toda costa esa idiotez tan positiva para el científico y perniciosa para el opinador público.

PD: Este post es una alabanza a Bueno como figura, las críticas no se harán esperar conforme, repito, tenga los medios y el conocimiento suficiente como para realizarlas.

12 de noviembre de 2012

Twitter "@ifilosófico"

Dicen que Twitter es lo más cercano filosóficamente hablando a Nietzsche, pues el pensador alemán gustaba de comprimir su pensamiento en frases cortas, supongo que muy influido por Schopenhauer, maestro del aforismo.

Pero dejando esas analogías tan cogidas por los pelos por los profesores de filosofía, que buscan hacer atractiva su asignatura a los alumnos cada vez más metidos en las nuevas tecnologías, me parece que Twitter es lo más antifilosófico e irreflexivo de internet.

Para expresar un pensamiento con un mínimo de enjundia necesitamos espacio: espacio físico o espacio temporal (dependiendo de si escribimos o de si hablamos). Es curioso que aquello que creemos inmaterial y nebuloso no tiene otra forma de expresarse que ocupando la realidad y la temporalidad. Por eso tenemos jornadas de 6 horas de clase (o más), si no con transmitir los pensamientos vía mental sería suficiente.

Twitter nos ha dado la razón en los últimos años a este respecto. A veces comprimir ayuda a ser claro y conciso, ayuda a no pasar desapercibido por lo dificultoso de un sistema de valores o de pensamiento, por eso esta red social tiene tanto éxito: en ella se lleva lo rápido, lo corto y lo insuficiente.

Leí en un blog hace pocos días una crítica "feroz" al escritor de frases de autoayuda (bajo el velo filosófico) @ifilosofia. Es una cuenta que siguen millones de personas, ¿por qué?, por lo que ya he dicho: lo fácil de seguir tonterías comprimidas, lo bien que el espectador se siente ante frasecitas que le hacen pensar durante dos segundos pero que luego desecha con un leve movimiento de su dedo pulgar para seguir leyendo el TimeLine.
La gente necesita consejos "espirituales" hasta en la sopa, pensamientos de galletita china de la suerte, filosofía de garrafón, de barra de bar, filosofía sin fundamentos, filosofía por deporte y por entretenimiento alejado totalmente de lo que se supone que, hoy en día, debería ser filosofía (no una mera especulación sin sentido, sino todo lo contrario).

Así, además de conseguir una generación entera que se engancha al discurso de autoayuda reinante (aunque no compre a Punset, o a Paulo Coelho) estamos por descontado desprestigiando a la disciplina filosófica (ya de por sí desprestigiadísima por el cientificismo atroz en el que nos encontramos hoy en día) y vendiendo duros a cuatro pesetas, porque eso no es filosofía, esas son frases cogidas fuera de su contexto (probablemente muchas dentro de un libro de 500 páginas, infumable, que para leer es necesario conocer un contexto y, además, a otros 20 autores), frases en ocasiones inventadas, citas apócrifas...

Aunque fuese por ir en contra de la tontería humana y del discurso fácil y barato ya sería un motivo suficiente para hacer este post.
Me mueven esas y también otras intenciones: no quiero salir a la calle, decir que soy estudiante de filosofía y que se piense que tanto yo como los demás nos dedicamos a hacer horóscopos o a discurrir sobre el sexo de los ángeles.
Eso será otra cosa, pero no entra dentro de la concepción "seria" de la filosofía que, a mi parecer, hay que tener.

Si Voltaire levantase la cabeza y entrase en Twitter se volvería a morir del susto.


1 de noviembre de 2012

Consecuencias en prensa del debate ciencia-fe de Oxford






Un montón de gente ocupa uno de los teatros principales de la Universidad de Oxford. Otras dos salas más, como aquí en Madrid se hace cuando llega alguien importante a la Fundación Juan March, retransmiten en directo por sendas pantallas gigantes de televisión lo que en el teatro principal ocurre.

El rector presenta a los dos contrincantes, controlados por el jinete moderador que suponemos que es filósofo aunque sus fuertes influencias escolásticas nos hagan hacer dudar un poco de tal afirmación.

El debate comienza entre uno de los ateos más importantes y mainstream del momento (Richard Dawkins) y el arzobispo de Canterbury (cuyo nombre no va a interesar en esta reflexión).

Comienza todo muy educadamente, el moderador apenas tiene que dar unas cauciones mínimas.
El ambiente de respeto y de cuidado con el vocabulario se puede mascar, Dawkins se moja más bien poco y el arzobispo... el arzobispo no puede hacer otra cosa que mantener un discurso moderado dentro de su rama argumental, conocida desde hace años por todos de mejor o peor manera.

La deriva (y me ciño al contenido del debate, procurando alguna objetividad en relación a los dos contrincantes) dejó de lado a si existía o si no existía dios, al nivel de existencia, a si era posible conocer a dios (incluso llegando a obligar a Dawkins a proclamarse agnóstico y no ateo) para pasar a hablar de cosmología: de lo bello que era el universo y de lo increíble que es el mundo en que vivimos.

Increíble el mundo, sí, e increíbles nosotros, como tan bellamente decía el divulgador científico Carl Sagan: "Somos polvo de estrellas".
Pues me van a perdonar pero a mí eso de ser polvo de estrellas me parece poesía barata (no digo con esto que yo pueda hacer mejor poesía) y, además, no me hace sentirme identificado para nada y me inquieta hasta límites insospechados por todo lo que deja traslucir.

El agnosticismo en España es más curioso que el que podemos encontrar al norte de los Pirineos. En la época de Descartes no necesitábamos a un Descartes, nosotros ya estábamos curados en salud a ese respecto.

El Discurso del Método y la voluntad de Descartes de encontrar un aspecto básico e indudable se encontraba salpicado (manchado, diría yo) por una constringente cultura de lo místico-mágico que daba pie a la elaboración de supercherías varias y estupideces que hoy en día aún siguen viéndose por televisión (Más allá de la vida) pero que en aquel entonces daban al mundo sus ejemplos más escalofriantes.
Aquí no hacía falta escribir libros, suficiente hacía la Inquisición en contra del pensamiento mágico.

Pues bien, el agnosticismo español, desde el siglo XIX, era la dulcificación del ateísmo, era como ser gay frente a ser maricón, era como ser working class y no proletariado. Al menos así es (porque sigue siendo de esta manera) en España. En este país las cosas han seguido otros derroteros muy diferentes de los que se llevan a cabo en Inglaterra, aquí en España costará mucho encontrar un debate parecido al que os cito de Oxford en el que dos contrincantes de esa índole se enfrenten dialécticamente.

Haberlos haylos, pero somos tan realistas que enseguida que olemos a sotana o bien abandonamos el debate o bien nos ponemos a gritar (deporte favorito del tertuliano marca blanca) hasta que el pobre curilla se calla temblando y a punto de llorar.

No valen las mismas categorías de Inglaterra o de Francia, aquí no cabría algo así.

En cambio, ese debate tuvo un seguimiento bastante importante por parte de los autoproclamados librepensadores, laicos, ateos, escépticos y críticos españoles.

Estos, al terminar de ver ese debate (tanto los que tenían la ventaja de saber inglés y siguieron en directo, y después los que estuvieron interesados en ver la traducción por Youtube, como los que leyeron lo que los periodistas decían sobre la cuestión) se encontraban, como casi siempre que un español asiste a un evento cuyo contenido tenga posibilidad de comentar más tarde en el pequeño conciliábulo de su grupo de amigos, bajo un halo de intelectualidad fingida y una profundidad procaz, desmedida y fantasiosa.

La crítica que hace Gustavo Bueno en "Teatro crítico", valga la redundancia, va justo a esto. A Gustavo Bueno le pareció interesante el debate no por lo que allí se contó (según él, era solo una mera divagación propia de alumnos de primero de bachillerato, con el debido respeto) sino por la sorprendente acogida que había tenido tal evento en la comunidad, repito, "librepensante" de todo el mundo y en concreto de España y su prensa.

Asistimos aquí a la capacidad casi congénita del periodismo español por banalizar todo lo que toca, comprimiendo significados amplísimos en titulares que muchas veces quedan contradichos con la "bajada del título".

"Cara a cara entre ciencia y religión".
"Espectacular debate entre ateo y religioso"
"Darwin versus dios".

...

Creía necesario comentar y aportar algo más al metadebate de Bueno y sus colaboradores, seguramente no lo he conseguido pero al menos espero haber animado a alguien a ver ambos debates, tanto el de Oxford como el posterior que lo critica (a mi juicio, más interesante y esclarecedor).

Un saludo.

Francisco Riveira
En Zaragoza, 1 de noviembre de 2012