Robotín de Google

30 de diciembre de 2014

29 de diciembre de 2014

Un tour por Egipto



Unas horas más tarde tengo el viaje más claro.
Me he aprovechado de que algunas empresas publican sus tours por Egipto para hacerme una idea de lo que puede merecer la pena ver cada lugar. Por supuesto que iré con menos agobios, porque no hay cosa que más se aleje de la palabra vacaciones que ir a prisas por un país desconocido, a contrarreloj. Me gustaría que este viaje no fuese a contrarreloj. El país
es tan barato que cada día no pesa tanto como en un país de Europa, de los caros. Los hoteles, transportes, entradas a museos y comida no suman cantidades onerosas...

Saliendo el día 10 de Estambul llegaremos en la madrugada del 11. Son 3 horas de vuelo y no hay cambio horario. Llegamos a Hurghada y ahí dormiremos y pasaremos el día 11 entero. El lugar tiene playas y un centro muy bonito aunque no se caracteriza por sus excavaciones, museos, etc. En fin, será un lugar de paso.

En Luxor la idea es estar desde el 12 hasta el 15. Es la ciudad de Egipto que más cosas tiene para ver y por eso hay que dedicarle suficiente tiempo. Tampoco quiero agobiarme así que, si me apetece estar un día más, simplemente lo alargaré, porque en total me sobran varios días que no se me ocurrió con qué llenarlos. El 15 a medio día iremos a Asuán, más al sur, donde también hay mucho que ver. Ahí me informaré bien de lo que cuesta un tour de un día a Abu Simbel, y si puedo integrarme en algún grupo que esté ya hecho (mientras hablen alguno de los tres idiomas que sé bien, me sobra). El 17 lo pasaría entero en Abu Simbel y al día siguiente volvería a Asuán. Ese día en Asuán lo pasaría también planificando mi ruta por el Desierto Blanco. Aunque dije que no quería planificar nada no voy a ser tan suicida de meterme en el desierto sin una noción de qué va a ser de mí. La idea es ir a Al-Farafra y apuntarme en un tour también, aunque no descarto viajar solo durante un día y medio para ver qué se siente al ir por el desierto (eso sí, siempre con la carretera como referencia y mi buen GPS ayudándome a no extraviarme). Los animales nocturnos no son los típicos de la selva, por supuesto, y a lo sumo me encontraré con algunos simpáticos zorros, a los que asustaré más que viceversa.
El 22 afrontaré el final del viaje y llegaré a Giza para ver las Pirámides, que es algo que no puede faltar en un viaje a Egipto. 

Después de eso pasaré dos días en el Cairo y otros dos en Alejandría. No hay mucho que ver ahí, dicen, pero sin embargo unas ciudades tan grandes siempre tienen actividades.
Dependiendo de cómo vayan los vuelos de vuelta (que todavía no he comprado) me gustaría visitar la ciudad de Suez y Sharm. Descarto volver a Turquía desde Israel, no quiero movidas fronterizas.

En Estambul, Turquía.

28 de diciembre de 2014

Mi primer viaje a África



Me imagino Egipto como un lugar aún más especial que Turquía. Nunca he estado en África aunque la tengo muy idealizada. Si hay que tener en cuenta la pobreza a la que la mayoría de sus habitantes están sometidos, este enamoramiento puede parecer estúpido y ciego. Pero... ¿acaso cabe un enamoramiento que no peque de serlo?

En la Universidad de Turquía tenemos casi un mes entero de vacaciones, desde el 10 de enero hasta el 1 de febrero. Después de eso vienen uno o dos meses de los tranquilos en la Universidad para acabar, como ahora mismo, con el agobio y la presión (leve, pero constante) de los exámenes. 

En España esto no es así, o al menos no lo es en la Universidad de Zaragoza. Tenemos unos tres meses de vacaciones pero al acabar el cuatrimestre apenas nos queda un fin de semana antes de volver a retomar las clases. Para los compañeros alemanes que están haciendo Erasmus aquí, las mismas se multiplican, porque sus segundos cuatrimestres comienzan en abril así que... ¡les quedan más de dos meses de break entre uno u otro!

Muchos de nosotros hemos comenzado a planificar viajes. Al menos, la mayoría de los Erasmus que yo conozco (incluso aquellos que ya no volverán a Turquía) quieren hacerse un viaje alrededor del país. Pero alrededor no es por Francia o Alemania, sino por el verdadero alrededor. Mientras que la mayoría de los Erasmus más europeos tienen 20 países a su alrededor a menos de dos horas de avión, nosotros también tenemos esta suerte pero multiplicada: tenemos a pocas horas de avión países que ningún español soñaría con hacer a lo low-cost.

Y aquí llega mi caso. Ya tengo los billetes para irme, dentro de menos de dos semanas, a Egipto. Hace 1 día ni se me habría pasado por la cabeza, así que me toca todo este tiempo para prepararme... y es tan grande, tan basto, tan monumental, que agobia tener que pensar en cómo podré visitarlo todo, dentro o fuera de los guías turísticos. Y es que pienso ir del 10 hasta cuanto me dé el dinero. De momento no tengo vuelo de vuelta aunque, como digo, tendría que ser antes de finalizar el mes. Eso me da un máximo de 20 días para ver bien el país... qué digo bien! Y en enero es una buena fecha para ver Egipto porque las temperaturas son más llevaderas que en primavera o en el verano, donde se derriten hasta los camellos. Si el euro es fuerte contra la lira turca, contra la libra egipcia lo es aún más. Estamos hablando de que un euro equivale a 10 libras egipcias. Hay muchos egipcios que viven (sobre todo en el desierto) por una libra al día. Hay formas de comer con ese dinero. Obviamente no quiero ir como turista, quiero ir como viajero. Hay una diferencia esencial: no voy con todo organizado (aunque sí que me gustaría tener una idea de qué ver, de qué hay en cada lugar), mientras que un turista ha pagado porque esa organización funcione. No tengo pensado dormir en hoteles sino en hostales o incluso al raso (dicen que dormir al raso en un campamento del desierto blanco es una experiencia irrepetible, habrá que verlo). La comida será aún más barata de lo que estoy acostumbrado aquí y lo único especial por lo que tendré que pagar es para visitar museos (aunque tengo carnet de estudiante). Así que, en general, he leído que con 10€ al día (e incluso menos) es suficiente para estar bien en Egipto, con alojamiento, transporte, comida... 

Esta es mi idea general antes de partir. Me quedan, como digo, dos semanas para hacerme una idea de todo lo que este país tiene que ofrecerme, dos semanas para poner mi poco árabe a punto y poder enterarme al menos de cuánto cuestan las cosas y de cómo son las ciudades y los caminos sobre los paneles. Espero que, al menos, estén transliterados.

No hace falta decir que, durante todos esos días, el blog quedará en stand-by y que, si bien me gustaría hacer vídeos y fotos, tampoco quiero obsesionarme por fotografiar el lugar. El otro día en Hagia Sophia casi me daban ganas de gritarle a los japoneses que viesen el lugar por sus ojos antes que por la lente de su réflex.

Si creyese en algo diría que mi viaje a Egipto será un viaje espiritual.

Un saludo.

Francisco Riveira.

En Estambul, Turquía.

27 de diciembre de 2014

La ética del religioso



Toda generación actualiza a sus pelmazos. Hasta el papa cita a Nietzsche. Los curas hoy ya están subidos al carro de la tecnología. Van de parroquia en parroquia, de iglesia en iglesia, con sus Saab 93 (es un coche muy de cura), comen su jamón, beben su vino, y después de dar el peñazo se meten en el restaurante más típico y zampan hasta el final. Claro que hay otro tipo de curas, los que van en metro, en autobús, los que no tienen dinero como para estar de restaurantes, los que no dan misa sino que se ocupan de los más necesitados en los momentos oportunos. Me refiero a todos aquellos que están en otros países, ayudando, en nombre de dios, pero que al final, en algún momento de sus vidas, deben pensar: qué bien me siento ayudando, me daría ahora mismo igual que hubiese un dios porque mi vida tiene sentido sin él. Y es que el sentido, siendo cristiano, siendo creyente, siendo practicante, siendo alguien tan integrado en ese conjunto de doctrinas morales, tiene que ser algo bien difícil de escoger. Porque ellos no dejan de ser personas, por mucho que en determinado momento comiencen a hablar por boca de dios. No dejan de ser personas y saben que tienen algo especial que les hace diferentes. Muchos son humildes, pero falsamente. Y no hay cosa más exasperante que un falso humilde. Los peores son los que te piden que des gracias a su dios por ponerles ahí. Pero así como una religión está creada ex profeso para controlar, también tiene sus consecuencias positivas: y es que, al final, ayudan, y creyendo o no que ayudan bajo la mirada de su divinidad, hacen algo bueno por los demás.

Y entonces vienen los ogros que sólo critican, entre los que me incluyo (aunque pretendo, y más últimamente, desde que me rodeo de personas que creen en la mayoría de las religiones monoteístas, dejar de sólo hacer eso), para decir que esas personas no tienen sentido crítico alguno. Que si están ahí es por fuerza mayor, que ni ellos, a su edad adulta, han sido los que han decidido ser curas, todo ha sido una sucesión de casos fortuitos que les ha llevado a elegir ser religiosos. Pero lo mismo podría decir del que se considera como crítico-escéptico: tampoco, poniéndonos así, es su culpa o su mérito haber llegado a tales conclusiones (ateísmo, ciencia por encima de lo demás, etc), si un religioso no tiene la culpa de haber llegado a ser lo que es, tampoco los demás. 

No sé por qué aceptamos, sin pensarlo, que somos libres para elegir lo bueno y que, por el contrario, cuando elegimos mal (y, para muchos, entre los que me incluyo, moralmente elegir una religión como guía de vida no es lo correcto -por no usar la palabra "mal") es cuando funcionamos determinados por el ambiente, por nuestros genes, por una especie de olvido repentino de nuestra persona.

Dado que cada vez estamos más cerca de llegar a esa conclusión (que no tenemos nada que ver con nosotros mismos, que el libre albedrío es pura ilusión), estaría bien comenzar a vigilar los problemas derivados de esto mismo. No creo que un buen estudiante o teórico de la ética pueda serlo alejado de las teorías, por ejemplo, de la neurología... si es así, si va a hacer lo mismo que se ha hecho siempre (especular), mejor que se quede calladito y ahorre tinta y papel.

Cuando leemos los estudios que sacan conclusiones tautológicas, básicas y triviales del tipo: el que mata es un perturbado, el que viola tenía problemas de pequeño, la mujer maltratada tiene que ser considerada como víctima, etc, estamos asistiendo claramente a un estudio que parte valorándose a sí mismo y concluyendo lo que le interesa de manera anticipada. Estos son los estudios que se hacen hoy en día en antropología o en psicología. 

No queremos más imposturas intelectuales y menos cuando se trata de ética.

Un saludo.

En Estambul, Turquía.

26 de diciembre de 2014

[VÍDEO] El segundo día de conciertos, With a little help from my friends



No conocía a Joe Cocker hasta ayer, que lo escuché en Carne Cruda. Justo era una de las canciones que cantamos en el coro, With a little help from my friends, original de los Beatles. Nuestra versión la podéis ver ahí arriba, la suya justo debajo de estas palabras. Este post no es un homenaje, porque no le conocía, pero sí a esta canción, una canción que, aun sin saber su nombre, me emocionaba por las coristas que cantaban el título de la canción. Tanto en jazz como en gospel los coros dan una personalidad y epicidad a las canciones muy difíciles de conseguir con uno o dos cantantes.

Espero que disfrutéis ambas canciones tanto como yo lo he hecho (desde dentro y desde fuera) y que os animéis a conocer más de este tipo de estilos de música.

Por cierto, el segundo día de conciertos fue mucho mejor que el primero, nos fueron a ver entre ambas actuaciones mil personas, cierto es que estábamos ahí los tres coros de la Universidad. En la última canción del segundo concierto, Under Pressure, estuve yo como único solista. A pesar de vérmelas con un público tan amplio, sentía la presencia y potencia vocal de todo el coro detrás de mí y mi seguridad como cantante, tras varios años de trabajo, me impide ponerme demasiado nervioso ante una actuación como estas. En cuanto tenga un enlace de Under Pressure lo subiré también.





Un saludo.

En Estambul, Turquía.

24 de diciembre de 2014

Reflexión de un ateo en país musulmán


Bueno, no es para tanto, me digo, después de haber cenado bien, caliente y con buena compañía. No es para tanto porque al fin y al cabo los amigos son la familia que uno elige y amigos concebidos tras unos cuantos meses de coro (eso sí, en turco) suelen ser una buena elección.


Mañana tendré mi primer desayuno turco y sí, llevo en Turquía ya casi cuatro meses. Hay cosas que me faltan por probar y lugares a los que tengo que ir. Ayer, como visteis, subí un vídeo de Hagia Sophia, enseñando cómo es por dentro. Es una pena que esté en tal estado pero qué le vamos a hacer, es lo que ocurre con los edificios milenarios. 

Esta ciudad está llena de contrastes. Uno puede vivir ajeno a su magnificencia si se dedica a ir desde su barrio (en el Downtown) a la Universidad. El único momento (y no es poca cosa) en que se puede observar la belleza de la ciudad es al bajar al campus sur de la Universidad del Bósforo. Desde ahí se puede otear, en días soleados, la otra orilla. El puente brillante de noche es una maravilla para la vista, y los barcos últimamente sueltan muchos fuegos artificiales, hoy nos hemos quedado mirando dos de ellos cuando salíamos del club de música. Y con una rutina así, ¿qué sabrán los turcos de esta Universidad de lo que es la vida? Pues bien, yo creo que esto es por lo que hay que luchar en todos lados, tenemos que luchar para que todo el mundo pueda acceder a una buena educación, a varios idiomas y a gente de todo estilo que les aporte conocimiento y apoyo. Los turcos en esta universidad son una especie de élite y ellos mismos se reconocen como afortunados, de dos millones de peticiones de entrada tan solo han pasado por el aro 5000, anualmente. 

El ambiente es bucólico en verano, no me imagino cómo puede ser una noche de mayo en este campus, habiendo terminado los exámenes y disfrutando ya de los últimos coletazos de una beca Erasmus (que, por cierto, aún no ha llegado a ningún español que conozca). Los días aquí son muy cortos, pero bastante más tratables que en Zaragoza, donde el cierzo te arrastra a su voluntad como si fueses una marioneta.


Por supuesto que no se celebra la Navidad. Hoy ha sido un miércoles más y mañana será un jueves como cualquier otro. Las familias simplemente siguen sus vidas y, de hecho, hay gente con exámenes a lo largo de estas fechas (¡yo tengo uno el 3 de enero!). Es en estos pequeños detalles cuando te das cuenta de que estás en otro país, de que a pesar de que, si no quieres, no ves la diferencia (porque por poder puedes quedarte en tu cuarto todo el día y solo salir cuando las circunstancias te lo exijan), 

Turquía es musulmana y como tal funciona. Pero ni de lejos es un choque cultural tan grande como China u otros países un poco más hacia el este. ¿Quizá este país me sirva de preparación para otros? Mi relación con los "moros" ya está totalmente trastocada. Mientras que en mi instituto los raros y no integrados eran los musulmanes, ahora soy yo el ateo que intenta considerar una sociedad musulmana que, por otro lado, se comporta como la española en la mayoría de las ocasiones. Y esta relación se ve alimentada por toda la gente con religiones diferentes. Prácticamente sólo me queda conocer a budistas para asistir a un buen plantel general del estado de la cuestión. Como ateo, ya no juzgo. Suele decir la gente, cuando alguien sale del armario, que ellos le aceptan, que seguirán ahí, que por ellos está bien. Y no se dan cuenta de que a nadie le importa si ellos aceptan o no, si seguirán ahí apoyando o no, que ellos no tienen que aceptar nada y que mejor se callen la boca. Esos mismos comentarios surgen con los musulmanes: yo no acepto o dejo de aceptar nada, aunque tenga motivos para pensar que tu religión, como todas, está equivocada desde su principio en según qué planteamientos éticos, ya no te juzgo, porque ni quiero ni debo. A menudo los ateos pierden la perspectiva, se engolfan tanto en sus pensadores de mierda (tipo Dawkins) que piensan que la religión es un puro capricho, que no hay nada tras de ella. Pero no es así, los ateos (entre los que, por supuesto, me incluyo) solemos actuar de un modo muy caprichoso. Y si el ateísmo se pregunta por qué no es capaz de crear comunidad, quizá tendría que cambiar sus bases. Quizá el ateísmo no propone, sólo describe. Y una teoría que no propone nada es estéril, egoísta y, muchas veces, destructiva. Los humanistas tenían la intención de poner al ser humano (en el Renacimiento ante todo) en el centro de todas las cosas, ¡pero porque tenían motivos, ya había habido suficiente dios por aquel entonces! Los ateos de hoy en día, los grupos de escépticos... no tienen planes ulteriores, ni siquiera fingen tener buenas intenciones como la de querer educar a todos, querer hacerles partícipes de la razón humana. Es un pozo de basura requetemanida.

Aunque no tengo la más pálida idea de cómo va a terminar, esto está yendo por un camino indeseable. Lo cierto es que viajar y hablar con otra gente (porque NUNCA basta viajar, hay que mojarse) es el mejor antídoto anti-prejuicios. Y sí, los ateos también somos prejuiciosos. No creer en dios (quizá precisamente por eso), en alguno de esos dioses, muchas veces tiene consecuencias nefastas... y si el cristianismo, o el catolicismo con el papa al frente está volviendo a proponer (o proponiendo por primera vez) las economías colaborativas, las políticas para los pobres, y la concordia universal... es por algo, ¡porque su conjunto de creencias tiende hacia un mundo así! La Biblia son muchos libros, divididos en dos grandes bloques, y si leemos el primer gran bloque no entendemos nada de Jesucristo. Si leemos el segundo, entonces, encontramos una obra que se ha completado de forma casi milagrosa, dando sentido al argumento de manera magistral. Y así es como un ateo tiene que leer la Biblia, considerándola una obra valiosa para su tiempo y para los futuros, aunque critique denodadamente la idea de dios, uno no puede sencillamente obviar esa obra y su influencia, al igual que Quijote es reconocible y ha dado lugar a ríos de tinta.

Puede que haya quien muera por una idea, pero que esa idea haya sido inventada y no tenga un correlato en la vida real no implica que no tenga un significado... un sentido.

Un saludo.

Francisco Riveira

En Estambul, Turquía.

23 de diciembre de 2014

22 de diciembre de 2014

Una lotería irracional e inmoral



En cualquier país que ha hecho el bachillerato tendría que prohibirse o, al menos, regularse de alguna manera (críticamente) este tipo de fenómenos.
Para estos pequeños comentarios de hoy he seguido un vídeo de Gustavo Bueno tratando este mismo asunto, es muy esclarecedor y me gustaría que le echaseis un vistazo, todo lo que diga yo aquí es comentario a pie de página de él.

Pero España es diferente, en todo y en esto también. Y estaría bien tener costumbres que nos diferenciaran como pueblo si tuviesen algún sentido, si tuviesen algún valor a pesar de ser profundamente irracionales... sin embargo la lotería es profundamente estúpida e inmoral. Inmoral porque acostumbra a ilusionar sin basarse en ninguna actividad provechosa, ni siquiera es hospitalaria con las teorías del elogio de la pereza: ¿cómo se puede conquistar la pereza participando en un concurso improbable de ganar? No es un buen proyecto de vida. Nadie serio juega a la lotería todos los años y luego le queda la poca cara de dar lecciones a los demás sobre cómo manejar su dinero... nadie salvo los españoles. Los españoles ya han hecho de este juego el opio del pueblo, como dice Gustavo, es el opio que alimenta una esperanza vana, vana por no estar sujeta a ninguna teoría ni práctica posibles (racionales). No tendría tampoco que ser aceptada por los liberales, simplemente es un juego que se legitima socialmente por la costumbre que en este país se ha creado. Ha pasado a conformarse toda una estructura cultural alrededor de ella. Y no sólo hablo de la cancioncita o el vídeo lacrimóngeno sino de esas apuestas por internet, esos comentarios rallanos en lo pseudomágico que asocian a los números una belleza que no tienen (al menos no esa belleza que veían los pitagóricos...),etc. La numerología vuelve a hacer presencia y todos aquellos que se quejan de que no haya habitaciones en el piso trece de los hospitales u hoteles, o de que la plaza decimotercera del avión esté suprimida, todo por que la creencia irracional de la mayoría de los pasajeros es capaz de modificar actitudes, leyes y normas que nada tienen que ver con ella. Y yo me pregunto: ¿qué clase de legitimidad tiene un país que modifica, por una vez al año -sin contar las otras cientas en que lo hace con otro tipo de cosas- su discurso del emprendimiento, de la jodienda de la excelencia y del trabaja mucho que después vendrán los beneficios y saldremos de la crisis? Bien, lo cierto es que ninguna, y si se es de una forma frente al discurso económico los gobernantes toman el fenómeno de la lotería tal y como lo que es: un sacacuartos, el impuesto de los tontos... y se aprovechan de ello aplicando impuestos, de tal suerte que crean a la población una actividad anual que a la vez que reparte riqueza entre dos gatos contados se recupera un buen pellizco a través de Hacienda.

Y esto supone una de las tradiciones más arraigadas de España. Y esta es una tradición laica. Todo lo que rodea a esta tradición da pena, horror y ha de ser criticado. El juego está bien, es lícito, es moralmente aceptable si no pasa al terreno de lo público. Pero cuando este juego deja de ser juego (por mucho que alguien se invente que elige números por según qué fecha importante, etc... ¡esa decisión no tiene ninguna motivación racional!) y pasa a ser parte de las fiestas de Navidad... entonces sí que tenemos derecho a criticar.

Y criticamos todas las actitudes que nos parecen mal. Y las criticamos desde nuestras pequeñas bases teóricas. Y no, el fenómeno de la lotería no hay por dónde cogerlo desde una perspectiva de clase. Ya está bien de querer estudiar fenómenos atmosféricos aplicando las reglas gramaticales del ruso.

Un saludo.

Francisco Riveira

En Estambul, Turquía.

21 de diciembre de 2014

Razones para aprender chino y árabe



Unos meses atrás escribí sobre cómo ser culto. Creo que se me olvidó darle más importancia a una parte ineludible dentro de ese camino: aprender idiomas.

Hay un tipo de personas (como yo) que nos gusta acumular y acumular conocimiento, y de cuanta más calidad, mejor. En este sentido, los idiomas son también una moneda de cambio con la que fardar o con la que, simplemente, poder resultar más cercano a otras personas en el mundo. Sin darme cuenta fui mejorando mi inglés y mi italiano, sin ser muy consciente de ello y con pocas oportunidades de practicarlo a lo grande. Eso sí, toda oportunidad que veía la intentaba explotar al máximo: en un viaje de tres días casi acosaba a los italianos para que hablasen conmigo y, en inglés, cuando conocía a alguien con el que no pudiese expresarme en otra lengua, intentaba hablar lo más posible, incluso con frases mal construidas o palabras inventadas y de apariencia internacional.

Los idiomas son otro de los grandes pasos a seguir para ser culto.
Hay tres o cuatro idiomas con los que uno puede decir que es capaz de hablar con la mayor parte de la humanidad: español, inglés, chino y árabe. El árabe lo tengo bastante presente, no diariamente sino dependiendo del círculo en el que me mueva. Con los amigos sirios (que no son metafóricos, son realmente personas de carne y hueso que he llegado a conocer) he aprendido un poco de ese idioma, aunque ya la mayoría se me ha olvidado... ¿por qué? Porque las anécdotas en idiomas con alfabetos distintos son difícilmente comprensibles. Quizá, por una buena jugada de la memoria, se mantengan palabras bien distinguidas (ki fak, evn el sharmouta...) pero para nada son suficientes. En cambio, con el inglés, francés, alemán... o las lenguas germánicas y latinas en general, al tenerlas tan presentes en nuestro día a día, esta labor es más interesante. A pesar de todo, un conocimiento de esos idiomas profundo y más allá de lo anédcotico requiere mucho tiempo. El alemán, por ejemplo, no es un plato fácilmente digerible.

¿Pero qué ocurre con otros idiomas como el chino? El chino y el árabe son los únicos dos idiomas que yo aprendería por motivos totalmente instrumentales, utilitaristas, sin intereses culturales previos (como me ocurría con el italiano o con el alemán). Son idiomas hablados por tantos millones de personas y que abren tantas puertas en cualquier ámbito (laboral, cultural...) que pasarlos por alto a mi edad (máxime habiendo gente con setenta y tantos que esá aprendiendo idiomas como si nada) es un error que no quiero cometer.



Por tanto, el siguiente paso en este camino es aprender bien uno de esos dos idiomas: chino o árabe. Ambos requieren años, requieren incluso vivir en el país (viviendo en Turquía
me doy cuenta de lo que estaría aprovechando aquí haber aprendido turco antes de venir), pero las satisfacciones que dan a corto y largo plazo son una consecuencia tan atractiva que no puedo esperar el momento de terminar la carrera y ponerme con ello.

Y si os interesan los idiomas y el modo de aprenderlos os dejo el canal de Steve Kaufmann

Un saludo.

En Estambul, Turquía.

20 de diciembre de 2014

Celebrando Hanukkah



Candelabro improvisado para celebrar esta fiesta judía con algunos amigos de Estados Unidos.


En Estambul, Turquía.

18 de diciembre de 2014

Los maestros salvarán a la humanidad



Somos humanos y no podemos controlar todo.
Una persona, hoy en día, por muy inteligente que sea, es incapaz de aprender todas las matemáticas de su tiempo.
La especialización tiene buenos resultados pero las personas dejan de ser completas.
Por no atender a mil bandos acabamos por no atender a ninguno.
La mejor forma de estar al tanto de todo no es a través de las redes sociales sino a través de los libros.
Los libros que nos alejan de la realidad pueden servir en ocasiones, pero no tendrían que ser la norma.
Cuando nos apetece descansar buscamos lo que mejor ocupe nuestro tiempo, y si no nos hace pensar, mejor aún. Ver y comer. Comer y dormir.
Cuando las encuestas dicen que vemos una hora más de Internet al día que de televisión, ¿tenemos que preocuparnos?
No sabemos qué hacer con tanta información y para eso existen los profesores.
Los periodistas ya no sirven para cotejar la información y facilitarnos lo más interesante.
El único medio de habla castellana que despierta mi interés casi diariamente es la revista JotDown. 
También los podcasts, pero de vez en cuando y uno por uno, elegidos cuidadosamente tras varios filtros personales y generales (de la propia plataforma que uso: iVoox). 
Un exceso de información me agría el carácter. Por eso, tras pasarme un verano entero trabajando y escuchando la televisión todas las mañanas y tardes, la limpieza de cerebro (en el buen sentido) ha sido de agradecer.
También tendríamos que limpiarnos el cerebro de Twitter y las redes sociales o, al menos, comenzar a seguir a otra gente e integrarnos en otros ámbitos.
Teme al hombre de un solo libro, teme al hombre de un solo tema, teme al regionalista, al que hace política familiar, al que ve el mundo desde tan solo una óptica y, cuando se enfrenta con otras visiones, las sigue entendiendo con su propio ámbito.


Teme al filósofo, al politólogo... que articulan sus discursos para unos pocos. 
Teme también a los que crean contenido para consumirse y pasar a otra cosa al instante. Teme, por tanto, al que te dé el pescado y no la caña para seguir pensando tú.


Tenemos que ser más los profesores, tenemos que potenciar esta vocación... el conocimiento y la información está por todos lugares pero su tratamiento, intelección y criba necesitan de una mano maestra que los dirija correctamente. O al menos lo que cada uno entienda por correcto.

En Estambul, Turquía.

17 de diciembre de 2014

Thérèse Raquin, de vuelta a la realidad



A veces necesito una dosis de realismo. Pero no del realismo de los noticieros, un realismo periodístico que nada tiene que ver con lo que verdaderamente sucede a las personas, sino un realismo intencionado, una descripción descarnada de los sucesos, casi médica y científica. Eso es lo que me ofrece Zola.

La primera vez que leí a Zola obtuve mi conciencia política, hasta ese punto llegó su narración a afectarme. Me refiero, cómo no, a una de sus obras más importantes: Germinal. 


Conforme iba avanzando sus páginas asistía aterrorizado a la vida de unos mineros de la Francia de finales del siglo XIX donde eran tratados como animales mientras que, al mismo tiempo, los señores propietarios se daban la buena vida. ¿Quiénes habían hecho más méritos para tener una vida relajada? ¿Los señores hijos de propietarios o los trabajadores hijos de proletarios que jamás podrían salir del agujero en que se encontraban? Asistí a ese fenómeno, al de los borrachos para olvidar, al de las camas calientes, al de la desigualdad puesta en escena sin necesidad del pecado que muchos escritores actuales cometen: el patetismo injustificado. El naturalismo, si algo tiene de agradable, es esa voluntad de objetividad que trata cualquier tema como si lo narrase una tercera persona. Esas son las descripciones que a mí me gustan, esas son las narraciones que creo valiosas. En un libro no me interesan los sentimientos del autor, o su vida privada (salvo en algunos casos) sino cómo sabe transmitir determinados sentimientos y acciones... y, para ello, nada mejor que el realismo y el naturalismo.


Galdós se encuentra en un nivel parecido al de Zola, aunque creo que Zola tenía mucho mayor conocimiento del mundo y "disfrutaba" de una época bastante más apasionante. Galdós escribía sobre su pasado más cercano (Episodios Nacionales) mientras que Zola lo hacía de su presente continuo. Ambos, por cierto, no fueron buenos estudiantes pero, curiosamente, acabaron como escritores geniales compatibilizando su actividad con el periodismo .

En Thérèse Raquin volvemos a asistir al mejor Zola. En sus inicios, quiso aplicar los tres puntos principales del naturalismo en esta novela. Tal atrevimiento le supuso no pocas críticas que le tachaban de inmoral. Y ya se sabe, cuando alguien describe objetivamente algo los que aplican criterios morales son los demás, no él.

La novela (no hago spoilers) trata de la vida de una familia algo desestructurada. Una madre amantísima, un hijo enfermo y una hija adoptada que viven siempre en el mismo agujero, una vida monótona, sin sentido y sin valor. Cuando se hacen mayores, los dos hijos (que no comparten sangre) se casan, haciendo de la madre una persona feliz pues sabe que cuando falte ella su hijo -siempre tendente a la enfermedad- va a estar bien cuidado. Todo su mundo se trastoca cuando hace aparición un viejo amigo del enfermo que se introduce una noche por semana en las veladas de la familia, donde juegan, charlan y pasan el rato. Este amigo consigue sacar de su ceguera pasional a la hija (Thérèse) y desde entonces la novela se desarrolla, pasando por dos momentos cumbre: el crimen y el desenlace.

Decía Zola que cada capítulo tenía que verse como una descripción lo más detallada y objetiva posible de un sentimiento, afecto, pecado capital o estado mental... quien lo quisiese ver como otra cosa y, además, lo criticase, estaría errando el tiro. Como digo, los críticos de su época se subían por las paredes. Hoy en día este libro, después de asistir a fenómenos como el realismo sucio o películas de dudoso buen gusto (tipo American Pie, Torrente) nos puede parecer pueril. Pero, poniéndonos en su tiempo histórico, la revolución que supuso para la literatura universal fue insospechado. Es un libro tan moderno que podría decirse que fue escrito cien años después de cuando realmente se publicó: 1867.

La narración tiene en cuenta tres cuestiones clave del realismo: la herencia familiar y su manera de conformar a la prole, los problemas más acuciantes que la sociedad crea en personas particulares (alcoholismo, crímenes, prostitución) y, cómo no, el efecto que la sociedad en sentido amplio tiene en los individuos que la habitan (una situación socioeconómica concreta, etc).

Es un libro de Zola la mejor manera de leer historia de Francia, e incluso de averiguar profundamente las impresiones de un ser humano tras haber pasado por una experiencia calamitosa y decisiva. Al igual que Zola, nuestro querido Galdós es el narrador apropiado para conocer la historia del siglo XIX. 

Hoy en día ya estamos tan imbuidos por realismos mágicos, poesías baratas y descripciones parciales de la realidad (quizá esto último facilitado por la imposibilidad de describir con un mínimo de rigor toda la realidad en su conjunto) que el naturalismo está fuera de moda. La gente quiere historias maravillosas que le transporten a mundos distintos al suyo, en otros planetas o en otras épocas.

Quizá este gusto por lo fascinante e inalcanzable sea una de las causas por las que parecemos ser una generación adormilada, más preocupada por conocer el final de Harry Potter que por descubrir qué se encuentra detrás de, por ejemplo, las motivaciones de un violador o un terrorista.

Un saludo.

Francisco Riveira

En Estambul, Turquía.

16 de diciembre de 2014

El primer concierto con el coro



Acabamos de hacer el primer concierto con el coro. Llevábamos preparando las canciones desde inicios de octubre y hasta aquí hemos llegado (aunque queda un largo camino por delante, toda la primera mitad de 2015). En el concierto de hoy también han participado los coros de jazz y clásica, que forman parte del club de música de la Universidad del Bósforo.

La última semana ha estado llena de ensayos y casi no me he dedicado a otra cosa más que a preparar las canciones. En mi caso particular he tenido que hacer mayor esfuerzo tanto en la última canción (We will rock you) como la penúltima (Under Pressure) porque me han dado las partes para solista, y es que el conductor del coro sabe que me gusta mucho Queen.

Así que hoy tuvimos el concierto, estuvimos desde las seis hasta casi las nueve y media dando vueltas, preparando nuestras voces, la coreogafía y hablando en general de cómo teníamos que estar una vez en el escenario. Como siempre, todo era en turco, con breves traducciones al inglés al final de cada explicación larga. Me da la sensación de estar perdiéndome la mayor parte de la experiencia de participar en un coro precisamente por esto, porque no entiendo ni los chistes, ni las expresiones, ironías, etc, que, imagino, tienen cuando hablan. A las nueve y media comenzamos y todo duró como veinte minutos que se me pasaron volando.

El asunto con el turco sigue sin despegar. Cada día aprendo nuevas palabras pero me queda muchísimo tiempo hasta ser capaz de seguir a medias una frase, y digo a medias, porque atrapar el significado completo es una tarea que, estoy seguro, no podré completar antes de que me toque volver a España.

En la última canción que hicimos en el concierto, Under Pressure, tenía los solos donde más claramente se me oía a mí. En ambas partes tenía que hacerme oír por encima de los demás porque de eso se trata, y en una frase debía alcanzar una nota aguda sin desentonar, creo que no lo hice mal. Sobre esto, me gustaría colgar aquí el vídeo tan pronto como lo suban a YouTube.

Lo podíamos haber hecho mejor, por supuesto, pero superó con creces mis expectativas. Era la primera vez que cantaba delante de cientos de personas y en ningún momento ello me dio nervios. Además, los potentes focos que estaban sobre mí difuminaban cualquier cara concreta. Eso sí, al final despredían tanto calor que la mayoría de los que estábamos en las primeras filas comenzamos a sudar al cabo de varias canciones.

En general muy contento y, como digo, tan pronto como esté subido el archivo lo publicaré aquí. Hacía ya tiempo que no escribía un post y después de una semana publicando vídeos del tour y un ensayo (ya escrito) sobre Zubiri, tenía ganas.

Mañana más.

Un saludo.

En Estambul, Turquía.

9 de diciembre de 2014

Xavier Zubiri, Dios y la Filosofía - Cuarta y última parte




Al principio de esta serie hablamos de las ciencias que poco a poco se abren paso sobre los conocimientos en metafísica y teología, poniéndolos en un lugar secundario en el currículo universitario. Uno de los “competidores” que la teología tuvo durante el siglo XIX es la antropología y ya más adelante la filosofía. Es en parte por esto por lo que se ha pensado en el último siglo que la teología es principalmente un estudio sobre el hombre, pero esta idea es ilegítima según el parecer de Zubiri. La teología tiene a dios en su centro, ciertamente la teología está fundada en esa dimensión teologal del hombre que da título a la conferencia que hemos analizado en el anterior punto pero lo teologal no es lo teológico ya que una cosa (lo teologal) es fundamento de la otra.

El conocimiento teologal ocurre en la dimensión fundamental de la realidad, es decir, la religación, es no solo la dimensión fundamental sino la experiencia fundamental. La posición antropológica o sociológica ante el problema de dios olvida esa dimensión fundamental que es la religación y Zubiri aplica el estatuto de la teología fundamental al estudio de lo teologal en tanto que teologal.


Lo teologal y solo lo teologal, quod erat demonstrandum, da respuesta al problema radical de dios para el hombre actual.


...


Para realizar este ensayo me he valido de dos de las publicaciones clave de Zubiri al respecto. También he comprobado que buena parte de la concepción sobre la persona zubiriana procede directamente de Ortega, hay momentos en que la influencia es más que clara. Ambas publicaciones son las siguientes: El hombre y Dios y Naturaleza, Historia, Dios.


El pensamiento de Zubiri está ya más madurado en la primera obra, de hecho fue publicada póstumamente. La parte final de ese libro son anotaciones del propio Zubiri que seguramente podría haber compilado y modificado de manera sustancial si hubiese tenido tiempo para ello. Es por esto por lo que no se ha cerrado del todo las categorías de Realidad Humana, Divina y El hombre como experiencia de dios, pero disponemos de los rasgos principales. Como ya he dicho, con este trabajo pretendía hacer un recorrido por las tesis más fundamentales del filósofo con el concepto de religación como núcleo del sistema. Para esa tarea me he servido principalmente del texto titulado En torno al problema de Dios que aparece en su obra Naturaleza, Historia, Dios. 




En el desarrollo de sus argumentos muchas veces nos hace partícipes de cómo ve el esquema de pensamiento filosófico actual y su posición es claramente pesimista. Es el de Zubiri uno de los últimos grandes intentos (o logros quizá) de salvaguardar esa dimensión ora cristiana ora teísta en sentido amplio. El mérito que ello supone y su claridad expositiva (en ese sentido también sigue las directrices -de estilo- orteguianas) es un valor añadido a lo hasta aquí descrito. A la hora de hacer la introducción histórica me he basado en la primera parte de la Contrahistoria de Michel Onfray y el documental de Deleuze. He utilizado, asimismo, varios artículos de la Revista de Occidente en que escribe Zubiri, la 42ª publicación entre otros.

8 de diciembre de 2014

Xavier Zubiri, Dios y la Filosofía - Tercera parte




Estas lecciones de Zubiri, recogidas en su obra El hombre y Dios no van a tratar de las ideas sobre dios sino del problema radical que supone dios para el hombre de la época de Xavier Zubiri. Aun siendo ateo o creyente pretende que en su realidad vivida no existe un problema de dios y no piensa que quizá enmarcarse como teísta o ateísta supone una respuesta a algo anterior. Ambas posiciones, a pesar de todo, han de justificar su actitud intelectualmente. Este punto de partida es un problema y no una teoría.


Pensar a Dios es pensarlo de manera problemática y descubrir ese problema es al mismo tiempo, de manera automática, un encuentro con la realidad (o la irrealidad, aquí Zubiri da una concesión a las posturas ateas) de dios. De ahí que exista un problema teologal del hombre, que va a ser lo que tratará Zubiri en esta pequeña conferencia dictada en noviembre de 1973 en la Universidad Gregoriana de Roma.


No hay que hacer de la existencia humana objeto de la teología (ya que esto daría por supuesta la realidad de dios) pues las consideraciones teológicas son parte de teorías anteriores. Pero aquí Zubiri busca analizar los hechos que ocurren en la realidad humana, si en este proceso de análisis se logra encontrar una dimensión que nos lleve a la ultimidad de lo real: la dimensión teologal del hombre.


Zubiri no ha definido una idea de dios sino que lo ha localizado en el proceso de conocimiento humano, lo ha puesto al final, en las fronteras de lo que buenamente podemos discernir al final de lo real, como hemos dicho antes, incluso el ateísmo se encontraría inscrito en este proceso de conocer la realidad vital propia. De este modo de pensar la cuestión partirá nuestro filósofo a la hora de considerar lo que es y deja de ser dios o, mejor dicho, el problema de dios.


Para ello habrá que partir de un análisis de la realidad humana, Zubiri, en esta conferencia, lo llevará a cabo a través de tres pasos:


1. El hombre es una persona, no es para sí mismo como para sí misma es una piedra, y cada persona es absoluta en el sentido de exenta de otras realidades. Pero esta propiedad de personalidad absoluta no viene ya dada desde el nacimiento sino que cada persona, por medio de la realización de ese potencial, ha de conseguirla. El poder asir la realidad y así mejor conformarse, como ya hemos visto, Zubiri lo llama religación. El hombre está expuesto a una realidad última que se denomina religación, esa es la frontera de la realidad, ahí se localiza el problema de dios después de la deriva de la teoría de Zubiri.


2. La opción del ateísmo, del teísmo o de lo que fuera sería ya un inicio de ese camino hacia el fundamento pues, según Zubiri: “Toda opción es ya una marcha cuando menos incoada.” La realización personal supone tomar parte por una opción, cualquiera que esta sea, pues todas ellas van a ser una experiencia del fundamento de lo real. Y en el camino de conocimiento hasta los bordes de sus posibilidades descubrimos a dios como consecuencia necesaria de la religación.


3. Pero ese camino hacia los últimos fundamentos de lo real tiene mucho de físico o de experiencial, así, es un constante método de prueba de la experiencia al mismo tiempo intelectiva y material (en el sentido de física): 


“La religación es, pues , una marcha experiencial hacia el fundamento del poder de lo real. Es experiencia fundamental.”


Y esa experiencia fundamental va a ser directamente una experiencia de dios, como esa experiencia es personal entonces dios no va a suponer un añadido externo a esa personalidad humana sino que se va a tratar de un dios trascendente, que subyace y permanece al hombre mismo y a su más última realidad o fundamento: “Dios no es la persona humana, pero la perosna humana es en alguna manera Dios: Es Dios humanamente”. 


Por lo cual, en el proceso del análisis zubiriano de la realidad humana el último paso va a suponer una experiencia del propio dios. Cada momento (persona, religación, experiencia de dios) brota del estadio anterior, y esta triada de realidades Zubiri la denomina la dimensión teologal del hombre.


Esta dimensión es la forma determinada de la religación. La forma de la religación es la religión, la religión supone un conocimiento de la experiencia de dios, hombre y mundo que puede variar según épocas y culturas, por ello hay múltiples religiones y diferentes libros sagrados y dioses con diferentes atributos. Piensa Zubiri que la historia de las religiones supone esa última experiencia acerca de lo real que, reitera, es dios.


Ahí entrará el cristianismo, en tanto que religión es una expresión de la religación, el cristianismo es el plano experiencial en el que se encierra el fundamento último de la realidad humana y, por tanto, de la realidad del mundo. En el cristianismo se es real en dios, Zubiri va a llamar a esta cualidad deiformidad, a saber, ser como dios. Lo básico y fundamental de una religión como el cristianismo no va a basarse solo en lo soteriológico sino principalmente en esta deiformidad. La experiencia que tiene la humanidad de dios es esta experiencia de la deiformidad se da en los campos de lo individual, social e histórico, respectivamente: religación, religión y deiformación, cuyos correlatos son el propio dios, la religión y el cristianismo.

7 de diciembre de 2014

Xavier Zubiri, Dios y la Filosofía - Segunda parte





En el libro Naturaleza, Historia, Dios Zubiri va a exponer su teoría sobre el mundo y sobre dios de manera ascendente, partiendo de la inmanencia hasta la trascendencia (aunque veremos más adelante que el dios de Zubiri es un dios inmanentizado pues no precisamos de un método para llegar a él). Aunque, como es natural, en toda su obra Zubiri toma el concepto o filosofema dios en su sentido cristiano y, por tanto, siempre lo cita con mayúsculas, yo voy a proceder de manera contraria en tanto en cuanto que al pretender con esto un desarrollo de las posiciones de Zubiri sobre el asunto considero esencial mantenerme en un constante meta-discurso pues todo discurso filosófico ha de ver los acontecimientos desde una óptica, al menos pretendidamente, neutral. Además, en buena parte de las argumentaciones de Zubiri va a afirmar que el dios al que él se refiere no es necesariamente el dios cristiano, Zubiri está hablando de un dios universal para un hombre cualquiera, y esa dimensión teologal no va a tener nombres ni apellidos, por tanto tampoco letra capital.


Quiere Zubiri llegar a dios a través del mundo. Para ello va a tener que exponernos su teoría ontológica y posteriormente su antropología, solo de esa manera podremos alcanzar su posición sobre qué es lo teologal y qué es la dimensión o realidad última. En primer término hay que pensar en la posibilidad filosófica del problema de dios. A lo largo de la historia, como hemos visto en la pequeña introducción anterior, se ha intentado probar racionalmente a dios (argumento ontológico, las cinco vías de San Agustín)... pero sin embargo este intento de probar a dios, en palabras de Deleuze, no constituye la cuestión de dios, no es realmente el problema de dios.


Zubiri criticará ese realismo ingenuo, pues aunque parta del mundo va a seguir siendo un “partir” y un “tomar posición” en el mundo. En efecto, el sujeto se relaciona con algo exterior según el realismo, pero esto se funda indudablemente en el hecho de que hay una interioridad del sujeto. El idealismo, por el contrario, va a negar las cosas reales y dirá que tan solo hay un sujeto. A pesar de todo, esta actitud negativa o positiva ante la existencia de un exterior es siempre un hecho. Zubiri concluye dos cosas :


“1. Que la existencia del mundo exterior es un “hecho”.

2. Que es un hecho añadido a los hechos de conciencia. ”


Es ilegítimo afirmar que hay sujeto “y” otras cosas, no es una relación de causalidad ni de conjunción, sino de apertura, el sujeto consiste principalmente en estar abierto a ellas. Puede, así, haber cosas sin hombres pero de ningún modo hombres sin cosas.

Así pues, si es que hay un dios lo habrá “además” del hombre y las cosas. A este respecto a lo largo de la historia se han propuesto dos tipos de demostraciones de dios, a saber: 


- Quoad se: explicación por dios mismo.

- Quoad nos: explicación por lo que dios nos afecta a nosotros mismos.


La explicación de Zubiri se va a centrar en esta segunda aventura del conocimiento: ¿Qué es dios para nosotros, es nuestro ser un ser en dios? Aparecerá aquí el concepto fundamental de Zubiri, que vertebra toda su teoría sobre la realidad divina y sin el cual no podría sostenerse su edificio teórico: la religación.


El hombre está arrojado a las cosas. Más aún, el hombre está implantado en la existencia, y ese existir es vivir, transcender, no es una vida vegetal sino una vida con sentido, sentido impuesto por nosotros mismos. Aunque la filosofía moderna ha hablado de tres estadios (sujeto, yo y persona) no ha, según Zubiri, localizado la cuestión radical acerca de la persona. ¿Cuáles son las proposiciones fundamentales que permiten a Zubiri hablar de personas?


El hombre existe y ha de realizarse como persona; su vida es una misión; ha de realizarse tanto con las cosas como entre ellas; esto que le impele a vivir no es un apego a la vida sino algo que viene de suyo (de su interior); necesita esa persona de otras para realizarse; la vida, así y todo, no nos ata a nada; la religación misma nos obliga a existir y nos hace patente la fundamentalidad de la existencia humana, que es ella misma: el hombre consiste en religación.


Estamos religados primariamente, esa religación es natural en tanto que pertenece a nuestra naturaleza personificada (no es nuestra naturaleza al modo genético o físico sino nuestra naturaleza, por así decirlo, metafísica o epigenética). La religación (que no religión) no nos pone ante la realidad de un dios sino que nos abre el camino hacia la deidad propiamente dicha, por esto antes adelantamos que la religación no es específicamente cristiana, al menos hasta el momento actual del desarrollo de su teoría.


Incluso el ateísmo, como negatividad a lo fundante (y no a una determinada concepción de dios, como se suele tomar por costumbre) es: 


“[...]metafísicamente imposible sin el ámbito de la deidad: el ateísmo es una posición negativa ante la deidad”


Otra propiedad de la religación es que supone una apertura, nos permite estar “implantados en el ser”. En Zubiri, el problema de dios va a ser el problema de la religación.

Voy a citar ahora un fragmento que indica de manera inmejorable qué supone el proceso de conocimiento en Zubiri a través de la religación: 


“Porque hay en el conocimiento dos dimensiones distintas: la una, lo conocido efectivamente en el conocimiento; la otra, lo que nos lleva a conocer. El hombre es llevado a conocer por su propio ser. Y precisamente porque su ser está abierto y religado, su existencia es necesariamente un intento de conocimiento de las cosas y de Dios.”


Este análisis, junto a la posición ontológica zubiriana que dice que somos impulsados a entender no lo que “hay” sino lo que posibilita que haya algo nos lleva inexorablemente a plantearnos el problema de dios. Dios no es un agregado a los otros sino que el problema que en un primer momento (y eso ha parecido sustraerse de toda la teología medieval) parecía pertenecerle solo a él también se refiere a todo lo demás, hay una estrechísima relación entre dios y lo demás, al contrario que la sustancia aristotélica que era capaz de vivir en separación y oposición al accidente. En fin: si dios es un problema también lo es el mundo.


Teme Zubiri que pensemos, tras este proceso teórico, que la religación se opone a la libertad. Sale de este atolladero diciendo que la libertad puede entenderse de varias maneras, a saber, de la libertad como usada en vida (que nos daría vía libre para actuar o no) y una libertad más honda y radical, una libertad como liberación, una existencia liberada. La religación limita al hombre en ambos sentidos, pero a pesar de ello supone algo así como un caballo de Troya pues aun constriñéndole en el artilugio le ha permitido el acceso al lugar que sin él habría estado vedado. Es gracias a la religación como se constituye el humano en ser libre.


Como parte final de su argumentación Zubiri va a hablar del ateísmo. Este y sus defensores suelen atender a cuestiones prácticas y a negaciones de ciertas ideas de dios. Zubiri, como hemos visto, se ha guardado las espaldas a lo largo de toda la anterior explicación sin haber siquiera dado un atributo a dios per se, todo acercamiento a dios ha sido a través de instancias inferiores como la persona o la religación, no a través de demostraciones racionales o conceptuales, haciendo casi un evento necesario el llegar a él. A pesar de ello, hace una concesión Zubiri a que sea posible olvidar la religación.


Siguiendo con el asunto del ateísmo, para él el ateo es un gran soberbio. La rebeldía de la vida es la forma fundamental del ateísmo pues el hombre pretende fundamentarse en sí mismo. Pero quizá el ateo no haga más que ponerse a sí mismo en el puesto de dios, a hacerse a sí mismo un dios, en vez de negar a dios. En esta última parte podemos ver la amargura de Zubiri ante una época en la que parece que esa soberbia del éxito de la vida humana hace que el ateísmo sea una moda con cada vez más seguidores. En una época en que se lleva la desfundamentación y el abandono a toda realidad radical el problema no va a tratar de confesiones mejores o peores ( catolicismo, protestantismo...) sino de irreligión y religión.


Dentro de este temor, Zubiri apunta más como anhelo que como pronóstico lo siguiente: 


“Probablemente, es necesario apurar aún más la experiencia. Llegará seguramente la hora en que el hombre, en su íntimo y radical fracaso, despierte como de un sueño encontrándose en Dios y cayendo en la cuenta de que en su ateísmo no ha hecho sino estar en Dios. Entonces se encontrará religado a Él, no precisamente para huir del mundo, de los demás y de sí mismo, sino al revés, para poder aguantar y sostenerse en el ser. Dios no se manifiesta primariamente como negación, sino como fundamentación, como lo que hace posible existir. La religación es la posibilitación de la existencia en cuanto tal.”

La grave conclusión a la que llega Zubiri no es otra que la de replantear el estatuto de la propia filosofía: habría que renovar el concepto de filosofía para que abarcase también estas realidades que hemos visto.

6 de diciembre de 2014

Xavier Zubiri, Dios y la Filosofía - Primera parte (Introducción)



Deleuze, en la parte “q” de questión de su entrevista-abecedario publicada póstumamente, reflexiona sobre la palabra “Pregunta” poniéndola en contraposición a la interrogación. En ese caso, una interrogación sería una acción banal y sin contenido filosófico relevante mientras que la pregunta supondría ir un poco más allá, tendría verdadero interés para la ulterior reflexión y no sería un mero pasatiempo o actitud conversacional ordinaria. Quiero comenzar esta serie de posts haciendo referencia a estas dos maneras de afrontar una cuestión, pues pueden dar lugar a diferentes tratamientos y perspectivas que cambiarán cualitativamente el resultado de nuestras investigaciones. Así, las cuestiones pueden atenderse desde una sola ciencia en particular o desde un conjunto de ellas. La primera posición requiere una disposición epistemológica del científico a la hora de abordar el problema que no es la misma que en el caso pluridisciplinar: es un monismo explicativo. A continuación ahondaré más en esa cuestión. En cambio, la explicación de sucesos por medio de varias ciencias (tanto naturales como sociales o humanas) requiere tener en cuenta que un holismo explicativo implica que haya relaciones entre las partes del problema susceptibles de su estudio a partir de esas ciencias, cosa que no implica que en todo momento el objeto de estudio deba estar bajo la atención de dichas ciencias ya que habrá momentos de la investigación en que sea suficiente con un acercamiento parcial e incluso otros momentos en que sea suficiente con ese monismo. 


La cuestión de la que nos vamos a ocupar en esta serie ha sufrido todo tipo de acercamientos, tanto desde las ciencias naturales como desde las ciencias sociales. A simple vista puede sonar ridículo que las ciencias naturales hayan de decir algo sobre este problema (no interrogación, sino pregunta) ya que su potencia explicativa se basa principalmente en la falsación y verificación de hipótesis, pero hay que tener en cuenta que el logos de esas ciencias ha cambiado, su discurso ha variado con el tiempo y lo que antes era alquimia hoy es química, lo que antes era atomismo hoy ya es física de particulas. Las preguntas que tales ciencias se hacen parecen ser las mismas mas no así sus medios para resolverlas. Existe, en cambio, un conjunto de “realidades” o cuestiones cuya intelección es costosa e incluso atrevida por esas ciencias naturales que pretenden dar una explicación a todo. Existe un más allá de lo real que ocupa espacio en nuestra vida ordinaria, cuya literatura abunda y cuyos problemas nos inquietan e inoportunan diariamente: es el espacio de lo que Dilthey denominaría Geisteswiβenschaften (ciencias del espíritu).


En efecto, existen una serie de problemas irreducibles al logos de la ciencia natural actual, problemas que requieren ser estudiados por su importancia para la humanidad y que, en cambio, se encuentran con una absoluta desconexión con aquellas ciencias prestigiosas y basadas en el método hipotético-deductivo. Uno (por no decir el principal) de los problemas más importantes ha sido la cuestión de dios.


Ríos de tinta han corrido sobre el asunto de dios a lo largo de nuestra era y de buena parte de la anterior. Se puede afrontar la visión que los autores tienen de dios atendiendo a sus sistemas de pensamiento (teología medieval, racionalismo cartesiano...) y a las influencias que en ellos ejercieron otros autores pero, ante todo, hemos de fijarnos en los influjos que su época dejó en ellos ya que las ideas son siempre hijas de su tiempo, y el filosofema dios, aunque pareciera una contradicción in terminis, ha variado de significado conforme han ido pasando los años.


Por ejemplo, al dios griego (más bien dioses) se le atribuía una serie de características que hoy, bajo la influencia del cristianismo y del catolicismo en concreto, no podríamos sostener por ser estas impías. La antropomorfización del dios griego era una expresión clara de aquello que decía Jenófanes de Colofón: “si los leones tuvieran dioses estos tendrían forma de león”. En fin, dios era una proyección de la forma de ser de cualquier griego: sentía rabia, se irritaba, se enamoraba, se equivocaba y, a veces, se enfadaba y mandaba matar a otros dioses que ocupaban el Olimpo. ¿Existía manera más patente y explícita de dar una guía al comportamiento de los antiguos griegos a través de los mitos y la referencia a los dioses? En su caso, la última respuesta la tenían los dioses, y esto fue así al menos hasta la época de Aristóteles. Desde su muerte, y de la mano de la pérdida de hegemonía de Grecia en el mundo, escuelas como la de los epicureístas y los estoicos tuvieron mucho que decir sobre el asunto de dios. El propio Epicuro proponía una suerte de ateísmo tranquilo: No hay nada que temer de los dioses ni de la muerte, además es posible soportar el dolor y lograr la felicidad. Epicuro, diluyéndose paulatinamente la importancia de Zeus y el resto de dioses para el día a día de los griegos, propondría una ética cuyo objetivo sería vivir como un dios entre los hombres. En época de Sócrates le hubiesen condenado por asebeia pero sus tiempos y principios eran otros. 


Más adelante, con el cristianismo, y en la época medieval, encontramos una serie de ideas ortodoxas sobre dios. El debate que esto permitía sobre el asunto era mínimo ya que todo aquello que salía de las reglas bíblicas sobre lo que era dios y sobre cómo era la relación del creyente con él se consideraba blasfemia. Dios, para la mayoría de los medievales, era una parte fundamental de sus vidas, el garante de sus derechos y de su dignidad como cristianos (aun es pronto para denominarles “individuos” ya que esta acepción no tuvo el significado actual hasta época moderna).


En la Modernidad se comienza a poner en duda el estatuto de dios dentro de la naturaleza y la vida del hombre, aquí comenzaremos a enfocar el pensamiento de Xavier Zubiri pues aunque este autor también estaba influenciado por la filosofía griega se encuentra más influenciado por los pensadores del siglo pasado: Heidegger, Ortega, Jaspers, entre otros.

A finales del siglo XX surgirá una idea desde el filósofo francés Gilles Deleuze que chocará con la concepción más elaborada del problema teologal y la realidad divina en Zubiri: el ateísmo tranquilo. Cabe decir que a finales del siglo XX es costoso encontrar aún a filósofos a los que la idea de dios cause muchos problemas en sus teorías, más bien, como dice Deleuze con el binomio “ateísmo tranquilo” supone una liberación, una filosofía a la que la muerte de dios o su inexistencia no supone ningún problema a la hora de sostener los fundamentos de sus tesis principales.



Cuando abordamos el pensamiento de Zubiri hemos de pensar que fue un hombre nacido en San Sebastián, todavía en el siglo XIX (1898), influido por los más importantes teólogos y filósofos (fue el primero que tradujo a nuestro idioma ¿Qué es la metafísica? de Martín Heidegger) del siglo anterior y de comienzos del XX, estudiante de teología, ordenado sacerdote con 23 años y secularizado 14 años más tarde para casarse con la que fuera la hija del eminente historiador Américo Castro. A pesar de este cambio en su vida la preocupación por dios y por lo que ello afectaba a la realidad y a la vida le impelió a crear una de las teorías más potentes, originales y abarcantes sobre la idea de realidad. Pero en esta serie pretendo dar una visión no de su idea de mundo y de la realidad sino de cómo aproximarnos al problema de dios y su relación directa con el hombre. Para ello utilizaré la bibliografía que comento al final de este escrito y que pertenece al “último” Zubiri, cuyas ideas y teorías estaban ya más maduras.


A continuación trataré de explicar la cuestión de la intelección de dios y nuestro proceso hacia él (o en él) en Zubiri según él mismo la ve en En torno al problema de Dios, subcapítulo que aparece en su obra Naturaleza, historia, Dios y, después, en la conferencia El problema teologal del hombre, dictada en 1973 en la Universidad Gregoriana de Roma. Una aproximación a dios desde ese punto gnoseológico y ontológico sí que supone una cuestión más radical e importante que la “mera” discusión sobre su existencia o no, o sobre sus características, o sobre los comportamientos de los hombres en diferentes sociedades (antropología, sociología) con respecto a esa realidad.

Dedico esta serie de posts a mi antiguo profesor José Manuel San Baldomero, cuya tesis doctoral trató sobre Zubiri y la filosofía griega. Sus clases fueron el inicio de mi interés por los asuntos filosóficos en general. 

Un saludo.

Francisco Riveira

En Estambul, Turquía.

PD: La mayor parte de lo que aquí presento fue escrito hace ya año y medio. Hoy quizá hubiese ofrecido otra perspectiva.