En cualquier país que ha hecho el bachillerato tendría que prohibirse o, al menos, regularse de alguna manera (críticamente) este tipo de fenómenos.
Para estos pequeños comentarios de hoy he seguido un vídeo de Gustavo Bueno tratando este mismo asunto, es muy esclarecedor y me gustaría que le echaseis un vistazo, todo lo que diga yo aquí es comentario a pie de página de él.
Pero España es diferente, en todo y en esto también. Y estaría bien tener costumbres que nos diferenciaran como pueblo si tuviesen algún sentido, si tuviesen algún valor a pesar de ser profundamente irracionales... sin embargo la lotería es profundamente estúpida e inmoral. Inmoral porque acostumbra a ilusionar sin basarse en ninguna actividad provechosa, ni siquiera es hospitalaria con las teorías del elogio de la pereza: ¿cómo se puede conquistar la pereza participando en un concurso improbable de ganar? No es un buen proyecto de vida. Nadie serio juega a la lotería todos los años y luego le queda la poca cara de dar lecciones a los demás sobre cómo manejar su dinero... nadie salvo los españoles. Los españoles ya han hecho de este juego el opio del pueblo, como dice Gustavo, es el opio que alimenta una esperanza vana, vana por no estar sujeta a ninguna teoría ni práctica posibles (racionales). No tendría tampoco que ser aceptada por los liberales, simplemente es un juego que se legitima socialmente por la costumbre que en este país se ha creado. Ha pasado a conformarse toda una estructura cultural alrededor de ella. Y no sólo hablo de la cancioncita o el vídeo lacrimóngeno sino de esas apuestas por internet, esos comentarios rallanos en lo pseudomágico que asocian a los números una belleza que no tienen (al menos no esa belleza que veían los pitagóricos...),etc. La numerología vuelve a hacer presencia y todos aquellos que se quejan de que no haya habitaciones en el piso trece de los hospitales u hoteles, o de que la plaza decimotercera del avión esté suprimida, todo por que la creencia irracional de la mayoría de los pasajeros es capaz de modificar actitudes, leyes y normas que nada tienen que ver con ella. Y yo me pregunto: ¿qué clase de legitimidad tiene un país que modifica, por una vez al año -sin contar las otras cientas en que lo hace con otro tipo de cosas- su discurso del emprendimiento, de la jodienda de la excelencia y del trabaja mucho que después vendrán los beneficios y saldremos de la crisis? Bien, lo cierto es que ninguna, y si se es de una forma frente al discurso económico los gobernantes toman el fenómeno de la lotería tal y como lo que es: un sacacuartos, el impuesto de los tontos... y se aprovechan de ello aplicando impuestos, de tal suerte que crean a la población una actividad anual que a la vez que reparte riqueza entre dos gatos contados se recupera un buen pellizco a través de Hacienda.
Y esto supone una de las tradiciones más arraigadas de España. Y esta es una tradición laica. Todo lo que rodea a esta tradición da pena, horror y ha de ser criticado. El juego está bien, es lícito, es moralmente aceptable si no pasa al terreno de lo público. Pero cuando este juego deja de ser juego (por mucho que alguien se invente que elige números por según qué fecha importante, etc... ¡esa decisión no tiene ninguna motivación racional!) y pasa a ser parte de las fiestas de Navidad... entonces sí que tenemos derecho a criticar.
Y criticamos todas las actitudes que nos parecen mal. Y las criticamos desde nuestras pequeñas bases teóricas. Y no, el fenómeno de la lotería no hay por dónde cogerlo desde una perspectiva de clase. Ya está bien de querer estudiar fenómenos atmosféricos aplicando las reglas gramaticales del ruso.
Un saludo.
Francisco Riveira
En Estambul, Turquía.
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