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7 de diciembre de 2014

Xavier Zubiri, Dios y la Filosofía - Segunda parte





En el libro Naturaleza, Historia, Dios Zubiri va a exponer su teoría sobre el mundo y sobre dios de manera ascendente, partiendo de la inmanencia hasta la trascendencia (aunque veremos más adelante que el dios de Zubiri es un dios inmanentizado pues no precisamos de un método para llegar a él). Aunque, como es natural, en toda su obra Zubiri toma el concepto o filosofema dios en su sentido cristiano y, por tanto, siempre lo cita con mayúsculas, yo voy a proceder de manera contraria en tanto en cuanto que al pretender con esto un desarrollo de las posiciones de Zubiri sobre el asunto considero esencial mantenerme en un constante meta-discurso pues todo discurso filosófico ha de ver los acontecimientos desde una óptica, al menos pretendidamente, neutral. Además, en buena parte de las argumentaciones de Zubiri va a afirmar que el dios al que él se refiere no es necesariamente el dios cristiano, Zubiri está hablando de un dios universal para un hombre cualquiera, y esa dimensión teologal no va a tener nombres ni apellidos, por tanto tampoco letra capital.


Quiere Zubiri llegar a dios a través del mundo. Para ello va a tener que exponernos su teoría ontológica y posteriormente su antropología, solo de esa manera podremos alcanzar su posición sobre qué es lo teologal y qué es la dimensión o realidad última. En primer término hay que pensar en la posibilidad filosófica del problema de dios. A lo largo de la historia, como hemos visto en la pequeña introducción anterior, se ha intentado probar racionalmente a dios (argumento ontológico, las cinco vías de San Agustín)... pero sin embargo este intento de probar a dios, en palabras de Deleuze, no constituye la cuestión de dios, no es realmente el problema de dios.


Zubiri criticará ese realismo ingenuo, pues aunque parta del mundo va a seguir siendo un “partir” y un “tomar posición” en el mundo. En efecto, el sujeto se relaciona con algo exterior según el realismo, pero esto se funda indudablemente en el hecho de que hay una interioridad del sujeto. El idealismo, por el contrario, va a negar las cosas reales y dirá que tan solo hay un sujeto. A pesar de todo, esta actitud negativa o positiva ante la existencia de un exterior es siempre un hecho. Zubiri concluye dos cosas :


“1. Que la existencia del mundo exterior es un “hecho”.

2. Que es un hecho añadido a los hechos de conciencia. ”


Es ilegítimo afirmar que hay sujeto “y” otras cosas, no es una relación de causalidad ni de conjunción, sino de apertura, el sujeto consiste principalmente en estar abierto a ellas. Puede, así, haber cosas sin hombres pero de ningún modo hombres sin cosas.

Así pues, si es que hay un dios lo habrá “además” del hombre y las cosas. A este respecto a lo largo de la historia se han propuesto dos tipos de demostraciones de dios, a saber: 


- Quoad se: explicación por dios mismo.

- Quoad nos: explicación por lo que dios nos afecta a nosotros mismos.


La explicación de Zubiri se va a centrar en esta segunda aventura del conocimiento: ¿Qué es dios para nosotros, es nuestro ser un ser en dios? Aparecerá aquí el concepto fundamental de Zubiri, que vertebra toda su teoría sobre la realidad divina y sin el cual no podría sostenerse su edificio teórico: la religación.


El hombre está arrojado a las cosas. Más aún, el hombre está implantado en la existencia, y ese existir es vivir, transcender, no es una vida vegetal sino una vida con sentido, sentido impuesto por nosotros mismos. Aunque la filosofía moderna ha hablado de tres estadios (sujeto, yo y persona) no ha, según Zubiri, localizado la cuestión radical acerca de la persona. ¿Cuáles son las proposiciones fundamentales que permiten a Zubiri hablar de personas?


El hombre existe y ha de realizarse como persona; su vida es una misión; ha de realizarse tanto con las cosas como entre ellas; esto que le impele a vivir no es un apego a la vida sino algo que viene de suyo (de su interior); necesita esa persona de otras para realizarse; la vida, así y todo, no nos ata a nada; la religación misma nos obliga a existir y nos hace patente la fundamentalidad de la existencia humana, que es ella misma: el hombre consiste en religación.


Estamos religados primariamente, esa religación es natural en tanto que pertenece a nuestra naturaleza personificada (no es nuestra naturaleza al modo genético o físico sino nuestra naturaleza, por así decirlo, metafísica o epigenética). La religación (que no religión) no nos pone ante la realidad de un dios sino que nos abre el camino hacia la deidad propiamente dicha, por esto antes adelantamos que la religación no es específicamente cristiana, al menos hasta el momento actual del desarrollo de su teoría.


Incluso el ateísmo, como negatividad a lo fundante (y no a una determinada concepción de dios, como se suele tomar por costumbre) es: 


“[...]metafísicamente imposible sin el ámbito de la deidad: el ateísmo es una posición negativa ante la deidad”


Otra propiedad de la religación es que supone una apertura, nos permite estar “implantados en el ser”. En Zubiri, el problema de dios va a ser el problema de la religación.

Voy a citar ahora un fragmento que indica de manera inmejorable qué supone el proceso de conocimiento en Zubiri a través de la religación: 


“Porque hay en el conocimiento dos dimensiones distintas: la una, lo conocido efectivamente en el conocimiento; la otra, lo que nos lleva a conocer. El hombre es llevado a conocer por su propio ser. Y precisamente porque su ser está abierto y religado, su existencia es necesariamente un intento de conocimiento de las cosas y de Dios.”


Este análisis, junto a la posición ontológica zubiriana que dice que somos impulsados a entender no lo que “hay” sino lo que posibilita que haya algo nos lleva inexorablemente a plantearnos el problema de dios. Dios no es un agregado a los otros sino que el problema que en un primer momento (y eso ha parecido sustraerse de toda la teología medieval) parecía pertenecerle solo a él también se refiere a todo lo demás, hay una estrechísima relación entre dios y lo demás, al contrario que la sustancia aristotélica que era capaz de vivir en separación y oposición al accidente. En fin: si dios es un problema también lo es el mundo.


Teme Zubiri que pensemos, tras este proceso teórico, que la religación se opone a la libertad. Sale de este atolladero diciendo que la libertad puede entenderse de varias maneras, a saber, de la libertad como usada en vida (que nos daría vía libre para actuar o no) y una libertad más honda y radical, una libertad como liberación, una existencia liberada. La religación limita al hombre en ambos sentidos, pero a pesar de ello supone algo así como un caballo de Troya pues aun constriñéndole en el artilugio le ha permitido el acceso al lugar que sin él habría estado vedado. Es gracias a la religación como se constituye el humano en ser libre.


Como parte final de su argumentación Zubiri va a hablar del ateísmo. Este y sus defensores suelen atender a cuestiones prácticas y a negaciones de ciertas ideas de dios. Zubiri, como hemos visto, se ha guardado las espaldas a lo largo de toda la anterior explicación sin haber siquiera dado un atributo a dios per se, todo acercamiento a dios ha sido a través de instancias inferiores como la persona o la religación, no a través de demostraciones racionales o conceptuales, haciendo casi un evento necesario el llegar a él. A pesar de ello, hace una concesión Zubiri a que sea posible olvidar la religación.


Siguiendo con el asunto del ateísmo, para él el ateo es un gran soberbio. La rebeldía de la vida es la forma fundamental del ateísmo pues el hombre pretende fundamentarse en sí mismo. Pero quizá el ateo no haga más que ponerse a sí mismo en el puesto de dios, a hacerse a sí mismo un dios, en vez de negar a dios. En esta última parte podemos ver la amargura de Zubiri ante una época en la que parece que esa soberbia del éxito de la vida humana hace que el ateísmo sea una moda con cada vez más seguidores. En una época en que se lleva la desfundamentación y el abandono a toda realidad radical el problema no va a tratar de confesiones mejores o peores ( catolicismo, protestantismo...) sino de irreligión y religión.


Dentro de este temor, Zubiri apunta más como anhelo que como pronóstico lo siguiente: 


“Probablemente, es necesario apurar aún más la experiencia. Llegará seguramente la hora en que el hombre, en su íntimo y radical fracaso, despierte como de un sueño encontrándose en Dios y cayendo en la cuenta de que en su ateísmo no ha hecho sino estar en Dios. Entonces se encontrará religado a Él, no precisamente para huir del mundo, de los demás y de sí mismo, sino al revés, para poder aguantar y sostenerse en el ser. Dios no se manifiesta primariamente como negación, sino como fundamentación, como lo que hace posible existir. La religación es la posibilitación de la existencia en cuanto tal.”

La grave conclusión a la que llega Zubiri no es otra que la de replantear el estatuto de la propia filosofía: habría que renovar el concepto de filosofía para que abarcase también estas realidades que hemos visto.

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