Robotín de Google

24 de junio de 2013

A escribir se aprende escribiendo



Desde que comencé a escribir de manera habitual (hace 7 años, ni uno más ni uno menos) bastantes personas me recomendaron libros de estilo. Se supone que estos libros tenían que servirme de ayuda para expresar mejor mis ideas, puntuar mejor las frases y formar oraciones con sentido y con pocos parones o circunloquios. 

Pues bien, comencé a hacer caso a dos de esos libros (cuyo título no recuerdo) y mi producción escrita comenzó a descender de una manera catastrófica. Conforme leía cómo tenía que escribir escribía menos. Me costaba más hilar los pensamientos porque más que al contenido atendía a la forma. 

Esas páginas en blanco, virtuales o no, suponían siempre un reto para el que se atreviese a mancharlas con alguna invención suya o alguna tontería que a nadie interesa. Que haya piedras por en medio, no hace otra cosa que entorpecer el camino.

Así que decidí pasar de libros sobre estilo y seguir escribiendo.

Más adelante (mirada esa época con retrospectiva) me di cuenta de que para aprender a escribir hay que escribir. No hay otro truco. No sirven los libros sobre estilo. Por suerte o por desgracia, de ellos no va a salir una mano que nos vaya a ayudar a crear palabra tras palabra.

Esto de escribir, sea cual sea la forma. Es un ejercicio de creación, no de estudio. La forma no nos da pistas sobre la intensidad, ni sobre las ideas que tenemos que tener en nuestra cabeza para poder reunirlas y soltarlas conforme mejor nos convenga (o convenga a lo que queremos expresar).


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Hace ya dos años que dejé de escribir. 

Cuando alguien hace algo todos los días (y varias horas) y de repente lo suspende le sucede algo parecido a lo de los deportistas: se oxida. No hay cosa peor que oxidarse.

No creo que el ser humano sea un animal que nazca con determinadas cualidades adquiridas, si no... ¡menudo aburrimiento de vida! No serviría para nada estudiar, ni practicar con los instrumentos... El ser humano se forma con el hábito.

Siguiendo por la música. Hace un tiempo escuché o leí algo sobre Michael Jackson. En concreto trataba de su forma de cantar desde pequeño hasta ya maduro vocalmente. Llegar a esa maestría le había costado diez mil horas. Diez mil horas decía Michael Jackson que se necesitaba para ser un genio en algo. Daba igual si uno había nacido con mejor oído que otro, si había cierta predisposición genética... El asunto era meter DIEZ MIL HORAS a lo que uno creía que le iba a dar la vida, a su vocación.

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Cuando era más pequeño y escribía como mínimo dos horas al día no imaginaba que esa actividad sería la que me salvaría de caer en el hoyo de la mediocridad. Todos somos mediocres en algún sentido. Todos formamos parte de la medianía y yo el que más. Con mediocridad me refiero a esas estadísticas tan alarmantes (alarmantes en sentido educativo, no moral) que nos informan de los hábitos de lectura de los españoles, mexicanos, chilenos... (mejor no hablar de toda la humanidad). Nunca formé parte de las estadísticas que informaban de que un español no leía ni cinco libros al año y eso, creo yo, fue lo que me salvó.

Cada persona puede tener sus problemas, sus indecisiones y sus puntos débiles pero la lectura está ahí para salvar, entretener y activar el cerebro y la vida.

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Stephen King escribe un libro de estilo (es la portada fotográfica de este post) antes y después de su accidente mientras daba su paseo rutinario. Más que un libro de estilo es un libro de autoayuda para escritores. Se divide en tres partes que nos pueden servir como máximas a la hora de afrontar la tarea PRODUCTIVA del escritor:

-Tener una caja de herramientas lingüística (y sólo usar lo que a uno le haga falta en cada situación).
-Escribir (¡qué tontería!)
-Vivir.

King habla de una vida repleta de contenidos, que sirva como aliciente a la hora de escribir las historias. Sin embargo, vivir intensamente no es suficiente. Por eso también nos dice que tenemos que LEER. Leer para escribir. Leer para saber cómo no escribir. Leer para aprender. ¡Leer para vivir! No hay que temer al hombre de un solo libro, ¡hay que temer al escritor que sólo lee un libro!

Leer, escribir. Pero fundamentalmente escribir. Lo demás vendrá por añadidura.

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Me ha costado meses decidirme a escribir algo. Dentro de un tiempo me avergonzaré de lo que he escrito aquí al igual que me avergüenzo de lo que escribí en esa época adolescente. De lo que no me cabe duda es de que, si no comienzo a hacerlo, nunca me daré cuenta de mis errores ni de lo que he de mejorar.

También comenzaré la tercera temporada de mi podcast.

Un saludo.

Francisco Riveira, en Zaragoza.