Robotín de Google

14 de agosto de 2013

Inteligencia y religión




Hoy voy a ser infiel a uno de mis principios.

Tengo por costumbre no comentar las noticias como mínimo con un mes de retraso.
Sería carne de la velocidad de esta sociedad de información si esto lo hiciese en otra publicación (con sus objetivos, directores, etcétera) pero aquí escribo lo que me da la gana y cuando me da la gana, dándome igual si han pasado dos días o veinte años de la polémica.

La palabra polémica (como la gran mayoría de ellas) viene del griego "polemos": combate.
Una polémica sobre cualquier cuestión es, por tanto, un combate dialéctico. A veces uno de los concursantes en este acto olvida sus guantes de boxeo en casa. Otros hacen trampas para ganar, aunque más tarde se descubra su acción Existe un grupo habitual de personas que suben al ring del debate sin poseer una preparación mínima en las cuestiones que ahí se tratan.

Creo que ningún tema puede despacharse en media hora de debate televisivo matinal. Si hay cuestiones como la libertad o la influencia del derecho en nosotros que llevan sin solucionarse por fin y para siempre desde hace dos mil años me parece una locura y una falta de respeto, elegancia y honradez intelectual el querer darlas por zanjadas con uno o dos estudios, tres o cuatro estadísticas favorables a la posición propia y, en los peores casos, alguna que otra falacia ad hominem para terminar de arreglar el asunto.

Hace unos días se divulgó un estudio que venía a decir (en resumidas cuentas) que la inteligencia estaba negada a los religiosos. O, dicho con otras palabras, que a mayor cantidad de inteligencia menor religiosidad en cada cual.

A simple vista esto puede parecer un disparate, un estudio capcioso en el que se ha tomado el todo por el todo y se ha partido de la conclusión en vez de las premisas.

Antes de nada me gustaría comentar que la cuestión de la inteligencia es aún hoy un tema no resuelto por la comunidad de psicólogos. La psicología partía de una serie (siempre me harto de decirlo) de presupuestos antropológicos y, entre ellos, estaba el de la aplicación de las matemáticas a la psique (psicometría). Esta aplicación se ha visto que es ilegítima en muchos casos y, lo peor de todo, ha fastidiado la vida de muchos chavales que, tras un test desfavorable, se han visto obligados a tomar otro rumbo en sus vidas, muchas veces en contra de su voluntad.

Los tests psicológicos llevan en España unos 50 años. Su eficacia para conseguir resultados concretos, acotados y específicos es ya sobresaliente. Pero resulta que, como en cualquier otro caso, una persona acostumbrada a determinados tests tendrá mejor resultado que otra que sea analfabeta.

En ese sentido, ¿es una persona analfabeta menos inteligente que otra que sabe leer y tiene varios idiomas? Probablemente la primera falle en estos tests y tenga graves problemas para salir adelante. Haciendo esta correlación que nos proponen tendríamos que decir que el analfabeto es menos inteligente.

El caso de los niños lobo, las personas sin formación... ¿es la inteligencia una propiedad cultural o ya innata en la persona? Se piensa en psicología y en otras ciencias (y cada vez más) que el ambiente es una influencia determinante para el desarrollo del individuo.  Por mucha predisposición genética que tenga una persona para medir 2 metros, si no se alimenta correctamente o hace deporte probablemente no consiga eso a lo que ya estaba casi predestinado. Lo mismo aquella persona que siempre ha visto imposible aprenderse temarios enteros. Si quitamos posibilidades para que se forme, si su entorno no es el correcto, por mucho que viese imposible aprender un temario no vamos a conseguir que comience por ninguna parte.
La inteligencia (no quiero demostrar nada porque este no es el lugar adecuado) no es reducible a una supuesta naturaleza humana, la inteligencia es producto cultural. Existen analfabetos artesanos mucho más hábiles manualmente que ratones de bibliotecas. También la manual es un tipo de inteligencia. Sin cerebro no podría mover sus manos ni un ápice.

Entonces, cuando me dicen que un religioso es menos inteligente que un ateo, me pregunto: ¿qué intenciones hay detrás de esa afirmación? ¿Qué clase de estudio es ese y en qué se basa?

Los estudios psicológicos son fruto de la sociedad en que vivimos. Si ahora hay psicólogos cognitivos es que nuestra sociedad tiene una preocupación por la ciencia y nuestro modo de conocer. Si hay psicología aplicada al deporte es porque el deporte tiene una importancia enorme en el mundo. Si hay psicología barata, de autoayuda, es que la gente necesita consuelo y consejo.
La psicología es una ciencia social. La psique no existe. Es un constructo, un filosofema creado para dar nombre a una realidad no comprobable empíricamente, al igual que la mente o el alma.
La psicología sufre habitualmente de una severa imposición subjetiva por parte de los que dicen ser psicólogos. Los estudios en psicología o psiquiatría tienen que ver, repito, con el mundo en que están envueltos. A ellos se asiste con una idea sobre el hombre, sobre su comportamiento... Una idea, no una realidad.

No digo que los estudios en psicología no sean aceptables (sería tirar piedras sobre mi propio tejado) y verificables sus conclusiones. Sólo digo que en este tipo de ciencias de la salud/sociales es preciso tener siempre presente que estamos tratando con realidades vivas, culturales y, por tanto, complejas e inabarcables por la infinitud de variables que pueden darse.

Es por esta serie de principios por lo que veo exagerado y tremendamente arriesgado decir que los religiosos son menos inteligentes que los no religiosos.

Como podéis comprobar, no hablo de ningún religioso o ateo concretamente. Aun siendo yo mismo ateo me cuesta dejar pasar estas tonterías en nombre de la soberana figura cuasidivina del siglo XVIII: la Razón.
En nombre de la Razón y en pos de su consecución se han hecho las mayores barbaridades de la historia.

La Razón, al igual que la religión, puede ser usada para conseguir objetivos nobles o rastreros. En cualquier caso, decir que sean una cosa u otra será cuestión de la moral de cada uno.

La honradez intelectual no es otra cosa que ser crítico con todo lo que llegue a nuestras manos, apoye o destruya nuestros principios.

Os habéis comido el estudio con patatas, como una beata el Evangelio de San Mateo.

Felicidades, seres racionales.

12 de agosto de 2013

Definición es represión




"No me interesé mucho por la carrera de leyes que mis padres elijieron (sic) para mí y abandoné pronto la Universidad de Sevilla donde empecé a estudiarla." Juan Ramón Jimenez.

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Definición es represión.
La represión no tiene por qué ser voluntaria, más bien es un acto performativo e inconsciente.
Probablemente el maltratador no sepa lo que está haciendo hasta que alguien se lo dice desde fuera de su propio yo o cerebro.
La represión tiene muchas maneras de hacerse presente en diversos ámbitos.
La represión sucede en lo material, pues no hay más ámbito que el material.
La definición oprime, presiona, represiona pues oculta y evade hechos.
La definición es normativa, no sugiere, acorta.
Es el lecho de Procusto.
El argumento de autoridad hoy no es el cura, es la definición.
La definición impide argumentaciones excursivas que se salen de la normativa por la tangente.
El límite del derecho es el límite de la definición.
Cuando aparece un problema lingüístico en derecho se abre la biblia de la represión: el diccionario.
El mundo está asentado sobre definiciones muertas.
Los muertos no pueden andar.
Si algo no anda es anacrónico, si es anacrónico no está a la altura de los nuevos tiempos.
Los nuevos tiempos no son progreso con respecto a los antiguos, sencillamente son diferentes y originales en sentido amplio.
El progreso es una cuestión moral, es una ficción política.
La definición no tiene que ser progresista pues estaríamos ante una contradicción en el término.
La definición va por detrás de la vida embalsamándola y endureciéndola.
El "alma" de lo definido no es un "alma navegable".
Es preciso ser "navegable" para refrescar el ambiente, desentumecer y poner de relieve.
El diccionario se confunde con las paredes de mi biblioteca.
Las esculturas exentas no tienen una definición completa.
Las cuestiones políticas no son reducibles a la física de ningún tipo.
La ciencia no tiene nada que decir en la política o en la vida (no así en la bio-vida).
El poder médico es aún mayor que el poder del capital, por eso son compañeros de caza.
La medicina no funciona si no extrae e inspecciona en laboratorio el tejido corrupto.
La medicina va por detrás del ser humano integral, es necesaria pero no suficiente.
La medicina y toda ciencia natural basa su eficacia en la definición.
La definición crea un campo de juego.
Todo lo que caiga en ese campo de juego es susceptible de ser estudiado por la ciencia que así se apropie del derecho a hacerlo.
La ciencia institucionalizada no contempla todas las respuéstas a los problemas surgidos por los inabarcables hechos.
Lo fáctico es inabarcable por el ser humano.
La labor científica es una utopía en sí misma.
No hay límite en el conocimiento, nunca es completo.
No hay fin de la historia.
La definición propone un fin de la historia.
El fin de la historia al modo que se ha entendido es una idea peligrosa para el utopista y revolucionario.
La definición es parte de la lingüística, pues sólo a través del lenguaje creamos y acotamos esas realidades.
El fin de la historia es propiamente una definición con consecuencias políticas.
De esto extraigo que las diferentes formas de ver la lingüística tienen efecto en lo político.
Definición es represión.


10 de agosto de 2013

La voz gitana



Pienso que las voces no tendrían que ser comercializables. Entiendo que hoy en día todo es mercancía en manos del capital pero me inquieta profunda y personalmente que se apropien de esta herramienta los que no entienden su singularidad y su capacidad expresiva.

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Por lo general a la gente no le gustan los gitanos. En España hay un odio enfermizo hacia ellos que ha pasado a cristalizar en expresiones como "eres más ladrón que un gitano", "lávate, que pareces un gitano"... Los gitanos tienen la fama que no se merecen pues como etnia tienen, a mi parecer, más valor y mérito que cualquier otra. El modo de vida nómada, el pasotismo de la ley y de la civilización, el comercio de lo que les apetece y donde y cuando les apetece, el total desapego a la sociedad en que están inmersos. Si alguien busca contracultura que no escarbe mucho porque ahí tiene a los gitanos (no pretendo generalizar).

Son los gitanos los que, con una guitarra en mano y una voz afinada tras años de cantar (con más improvisación que conocimeinto de causa), crearon el flamenco. El flamenco es el estilo de música español más apasionado que conozco. Podría decir que sólo merece la pena escuchar música española si es flamenca. No se venden, hacen música desde su propia vivencia y para ellos mismos y su fiel público. En ocasiones los lamentos que expresan son viscerales y hacen llorar al espectador. Si creyese en el alma diría que la ponen en todo lo que hacen. 

Camarón, en la frontera entre su vida y la muerte, cantaba o, más bien, exhortaba a los elementos que para qué quería tanto dinero si no podía disfrutar de una buena salud. Me pregunto qué otro cantante habría dedicado su último concierto a expresarse de esa forma tan emocional y desgarradora, consciente de un final ya inevitable.

Yo me creo a un gitano. Yo me fío de este gitano y de todo el resto de gitanos. Los gitanos no mienten al cantar. Ningún payo ha conseguido emocionarme al nivel de un gitano.

Este es el poder de la voz.

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La voz tiene muchas cualidades. Entre ellas está la de ser un instrumento que expresa ideas de una manera más clara que cualquier otro (piano, guitarra...). Todo instrumento tiene sus propias estrategias de comunicación pero la voz, por ser nuestro esencial (ya de serie) medio de comunicación tiene un papel predominante. Supongo que nadie se ha preguntado por qué en vez de "La Voz" no hacen un programa en prime time llamado "La mandolina". 

A pesar de todo la voz sigue siendo ese instrumento maltratado por la técnica y vendido al mejor postor.
La voz ha perdido su color para ser modificada virtualmente por sistemas de Autotune, compresión o modulación. El esfuerzo que en directo hace un cantante es sustituido por la más pura técnica que convierte a su trabajo en un paseo por el campo. En ocasiones se limita a bailar una estúpida coreografía tras haber pinchado el disco y así hacer playback. 

La música y la voz han dejado paso al espectáculo de luces y bailes que es hoy cualquier concierto de pop.
Es cantar el pop del siglo XXI un entretenimiento bobalicón, aséptico y sin interés emocional o incluso intelectual. No estamos ante voces sino ante construcciones de la tecnología. La repetición en bucle, los efectos de voz, ecos, delayers... enturbian toda la actividad de canto.

La voz no es tecnología. La voz es el único instrumento que no creamos nosotros. A lo sumo la técnica vocal se ve envuelta en esa tecnología. El resto de instrumentos son tecnología más o menos avanzada. La música electrónica es la exacerbación de este modo de entender la música.

Me pregunto si queremos seguir por este camino. En pocos años estaremos escuchando voces totalmente robotizadas con arreglos por ordenador. Canciones compuestas enteramente a través de la máquina en la que el sentimiento y la intención del ser humano no tendrá cabida. Es muy difícil adelantarse a lo que nos depara la tecnología en relación con la voz y con la música pero hay que ir preparándose para un agravamiento de esto que hoy critico.

9 de agosto de 2013

Destino



El guitarrista Toni Iommi, fenómeno de la masa metalhead, tuvo la desgracia de rebanarse la punta de varios de sus dedos con algo parecido a una fresadora. Eso hizo que, para poder tocar el instrumento, utilizase prótesis de plástico en sus dedos. Así dio lugar al sonido tan particular de su guitarra.

Si pensásemos que todo lo que sucede en este mundo obedece a un destino divino inexorable seríamos conscientes de que la mayoría de sucesos felices tienen explicación. El asunto es que sólo somos conscientes de ellos, de los exitosos, en cambio ningún fracasado rellena páginas de periódicos, a ninguna antítesis de Amancio Ortega le hacen entrevistas y artículos especiales en la prensa dominical.

Estaba pensando en el destino y en lo que podría suponernos si realmente fuese una teoría sostenible.

Pensar que existe un destino es pensar en la represión in terminis. Que estemos destinados a hacer algo implica que, hagamos lo que hagamos, incluso la inmovilidad total, sucederá lo que tenga que ocurrir. Si el destino es que todo siga igual entonces así será. En cambio, si el destino es que nos movilicemos, ¿qué otra nos queda? Ya sea hacia un lado u otro tendremos siempre la sensación de estar siguiendo ese plan divino, ajenos a nuestro trocito de libre albedrío.

En la serie Doctor en Alaska, una de las protagonistas, una mujer de 28 años, piloto de aviones, tiene un historial de novios que han muerto por distintos motivos. Ya tiene esa fama y todo apunta a que su actual pareja sufrirá la misma suerte. En ese caso, ¿cabe tomar algún tipo de actitud defensiva ante lo evidente del destino? No sería también ese enfrentamiento al destino parte del propio destino. Querer cambiar el destino puede ser algo que el propio destino quiera que hagamos, entonces entramos en la paradoja tan recurrente: si quiero moverme haré cumplir el destino, pero si me muevo intentando cambiar el destino probablemente no esté haciendo otra cosa que seguirlo.

Esta dialéctica es una estupidez pero en ella se asientan bastantes de las lógicas y de las falacias de la actualidad. Hagamos lo que hagamos, nuestro destino va a ser morir, así que... ¿para qué preocuparse?

...





ESTA NOCHE EN SAMARKANDA (cuento Persa) 
Farid al-Din 'Attar 

Una mañana, el califa de una gran ciudad vio que su primer visir se presentaba ante él en un estado de gran agitación. Le preguntó por la razón de aquella aparente inquietud y el visir le dijo:

-Te lo suplico, deja que me vaya de la ciudad hoy mismo. 

-¿Por qué? 

-Esta mañana, al cruzar la plaza para venir a palacio, he notado un golpe en el hombro. Me he vuelto y he visto a la muerte mirándome fijamente. 

-¿La muerte? 

-Sí, la muerte. La he reconocido, toda vestida de negro con un chal rojo. Allí estaba, y me miraba para asustarme. Porque me busca, estoy seguro. Deja que me vaya de la ciudad ahora mismo. Cogeré mi mejor caballo y esta noche puedo llegar a Samarkanda. 

-¿De verdad que era la muerte? ¿Estás seguro? 

-Totalmente. La he visto como te veo a ti. Estoy seguro de que eres tú y estoy seguro de que era ella. Deja que me vaya, te lo ruego. 

El califa, que sentía un gran afecto por su visir, lo dejó partir. El hombre regresó a su morada, ensilló el mejor de sus caballos y, en dirección a Samarkanda, atravesó al galope una de las puertas de la ciudad. 

Un instante más tarde el califa, a quien atormentaba un pensamiento secreto, decidió disfrazarse, como hacía a veces, y salir de su palacio. Solo, fue hasta la gran plaza, rodeado por los ruidos del mercado, buscó a la muerte con la mirada y la vio, la reconoció. El visir no se había equivocado lo más mínimo. Ciertamente era la muerte, alta y delgada, vestida de negro, el rostro medio cubierto por un chal rojo de algodón. Iba por el mercado de grupo en grupo sin que nadie se fijase en ella, rozando con el dedo el hombro de un hombre que preparaba su puesto, tocando el brazo de una mujer cargada de menta, esquivando a un niño que corría hacia ella. 

El califa se dirigió hacia la muerte. Ésta, a pesar del disfraz, lo reconoció al instante y se inclinó en señal de respeto. 

-Tengo que hacerte una pregunta -le dijo el califa en voz baja. 

-Te escucho. 

-Mi primer visir es todavía un hombre joven, saludable, eficaz y probablemente honrado. Entonces, ¿por qué esta mañana cuando él venía a palacio, lo has tocado y asustado? ¿Por qué lo has mirado con aire amenazante? 

La muerte pareció ligeramente sorprendida y contestó al califa: 

-No quería asustarlo. No lo he mirado con aire amenazante. Sencillamente, cuando por casualidad hemos chocado y lo he reconocido, no he podido ocultar mi sorpresa, que él ha debido tomar como una amenaza. 

-¿Por qué sorpresa? -preguntó el califa. 

-Porque -contestó la muerte- no esperaba verlo aquí. Tengo una cita con él esta noche en Smarkanda. 



Farid al-Din 'Attar.


3 de agosto de 2013

Lector anestesiado, lector feliz.




La pesada manía de aplicar el sentir socialdemócrata a las ciencias sociales se está convirtiendo en una gigantesca fábrica de titulares sensacionalistas para consumo del público interesado en pasar un rato de domingo leyendo alguna bagatela.

Lo novedoso o, más bien, ya acostumbrado, es hacer artículos fáciles de comprender por todo el público en los que dejar pasar bastante de nuestro propio pensamiento, lecturas o, en el caso de los científicos, sus investigaciones y descubrimientos.

El popurri que sucede después de batir todos esos elementos es repugnante.
Mi cruzada contra los libros de autoayuda tiene comienzo hace no muchos años. Leí unos cuantos libros de autoayuda en mi adolescencia e incluso traté de aplicar los "sabios conocimientos" de alguno de ellos, con resultados bastante preocupantes. Se basaban estos libros en la más sencilla técnica pavloviana, la repetición hasta hartarse, para crear hábito y que no costara ser buena persona o tener éxito en la vida.

Más adelante me di cuenta, con Voltaire, de que ni nosotros podemos crear "el mejor mundo posible" ni el propio sistema nos lo permite. A lo sumo podemos alcanzar la sombra de lo que nuestras más bellas utopías dibujan.

Es ya una costumbre carpetovetónica la de freír cerebros los domingos. No aportan absolutamente nada. No hay intelectuales al uso de los que así considerábamos en el siglo pasado y, si creemos ver alguno, enseguida lo encontramos manchado por intereconomías o pertenencias a partidos políticos... Existe algún caso peor: los indiferentes.

Los intelectuales indiferentes crean universos platónicos en XL Semanal. Creemos, al leerles, que tienen toda la razón del mundo, que son en el sentido kantiano de la palabra "razonables". El sentido común vence, han sabido leer nuestros pensamientos y sólo podemos asentir. El artículo dominical es una caricia a nuestra adormecida inquietud política e intelectual. No supone ningún reto más allá de la consulta en Wikipedia: alguna palabra bonita o alguno de los acontecimientos o hechos circunstanciales que ahí se describen. Cerramos la revista y volvemos a ser los mismos de antes. No hay una serie de artículos que seguir ni una investigación a posteriori que nos obligue a cultivarnos. Se plantea un artículo como se configura una escaleta: tiempos medidos, párrafos no demasiado largos e ironías sosas y bobaliconas. Lo justo para mantener al lector atento los 4 minutos que cueste leer la paginita.

La psicología televisiva y nuestra capacidad de concentración parten de la experiencia del hombre del siglo XXI. Si se nos repite hasta la extenuación que nuestra atención no puede durar más de 25 minutos focalizada en un tema concreto (el archiconocido flow) entonces nos lo creeremos, como también nos hemos creído que no puede haber una persona de ciencias y de letras o que todo el mundo tiene en su mano el ser feliz (al menos lo que ellos te dicen qué
significa la felicidad).

La serie interminable de tópicos que aparece en esos artículos es sólo comparable a la gente que los lee y toma al pie de la letra. El lector de revistas y artículos periodísticos está acostumbrado a siempre lo mismo, al entretenimiento intelectual sencillo y aséptico, que no se engolfa, que no se mancha las manos porque examina todo con guantes y pasión de cirujano.

Ahí han quedado, por populistas, por demagógicas o no rentables, las revistas que motivaban al obrero y a las demás partes de la clase dominada, las que lo enfrentaban a su triste realidad y animaban a combatirla o, al menos, a ser conscientes.

Es común la anestesia médica pero también la anestesia intelectual, la crítica anestesiada y capada desde el inicio por un aparato crítico propio del debate de salón del siglo XIX. La primera es deseable, la segunda atenta contra nuestra dignidad.

En vez de enfrentar el problema, desde la revista, nos dan herramientas para tragarnos la mierda en cómodos plazos y con ambientador de pino.