Robotín de Google

5 de diciembre de 2014

Cómo ha cambiado mi ateísmo



No estoy a la vuelta de todo. No. Normalmente quien dice tal cosa es porque en realidad nunca estuvo en ningún lado. Sigo aprendiendo, sigo construyendo y destruyendo ideas. Si llegan algunas más adecuadas, destrono a las antiguas. Si llegan con paja, me encargo de limpiarla. Si son basura sin remedio, ni siquiera me molesto en recibirlas salvo que quiera reírme un poco.

Con el tema del ateísmo sí que estoy un poco de vuelta. No es que vivir en Estambul haya cambiado mi idea sobre cómo la gente ve la religión. En este sentido, el lugar en el que vivo y la universidad donde estudio son sumamente laicos. Salvo las llamadas al rezo (que suceden varias veces al día y se pueden escuchar desde cualquier lado de la ciudad) no hay otro indicador sonoro o intrusivo de la religión. Es un poco más molesto que las campanas de la iglesia, pero al menos te encuentras algunas buenas voces de cabeza y falsetes entre los religiosos de las mezquitas. No hay mal que por bien no venga. ¡y a veces hay cada coro inesperado!


Lo que ocurre con mi ateísmo es lo siguiente: he leído y conozco lo suficiente la cultura en la que he nacido. Esta cultura tiene una característica fundamental: procede del cristianismo. España está repleta de tradiciones cristianas de las que sólo te enteras una vez sales y te pones a vivir en un país del Medio Oriente (o Asia en general), por ejemplo. Estas tradiciones pueden parecer fastidiosas, pueden esconder creencias en divinidades o en pseudodivinidades del tipo de la santísima trinidad. Eso es insoslayable. 

Lo que parece injusto, a estas alturas de la película, es seguir con una campaña de acoso y derribo, desde la filosofía o desde los nuevos discursos asociados a científicos con suficiente tiempo libre como para opinar en público, que consigue hacer ver a las religiones y a sus productos como fundamentalmente malos. Y si utilizamos distintas varas de medir para todo, entonces no vamos a ser nunca capaces de ver la realidad.


Ni la religión es de por sí mala ni la intención de los religiosos es violar a niños o inculcar ideas dañinas (a sabiendas) en las cabezas de los feligreses. No es así. Soy de los que creen que todo hecho cultural tiene algo de valioso y si considero cultura al toreo (al mismo tiempo que condeno su ejercicio), ¿qué menos podría decir de las religiones?

No es que sean hechos culturales importantes, ¡es que son las madres de muchas de nuestras ideologías -comunismo, anarquismo...- y formas de ver el mundo!


Lo que quiero apuntar con este pequeño post es que mi ateísmo se ha vuelto menos beligerante. Ya no veo necesaria esa actitud. Quizá porque estoy comenzando a introducirme en los problemas del mundo de una manera más intelectualista. Mi ateísmo es el ateísmo tranquilo: no encuentro la necesidad de preocuparme por dios, no es un concepto que importe lo más mínimo para mi día a día y mi forma de enfrentar éticamente el mundo. Asímismo, mi actitud ante los creyentes no es la del marisabidillo que, por haber leído alguna palabra de Nietzsche, considera que es mejor que nadie. En este sentido y sólo hasta cierto punto, suscribo la mayor parte de lo que dice el papa Francisco en discursos como el que dio en el Parlamento Europeo hace una semana. Si se analiza el discurso mínimamente y no se piensa en él como el jefe de una iglesia históricamente genocida, podremos extraer buenos principios de actuación. Ese mismo día escribí sobre lo necesaria que era una economía al servicio de las personas y el papa, a las pocas horas, casi habló de lo mismo de lo que yo traté en ese post. Estoy esperando la próxima Encíclica donde seguramente trate estos temas con mayor profundidad.


En fin, hay puntos en común y tendríamos que intentar, sin dejarnos llevar por una equidistancia estúpida y cobarde, hacer converger diversas escuelas de pensamiento o confesiones privadas. De lo que estoy seguro es de que el mundo no se cambia desde teorías parciales que marginan otras realidades.

Un saludo.


Francisco Riveira


En Estambul, Turquía

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