Cuando el exceso de información se vuelve perjudicial, cuando nuestras escuelas e institutos sufren de un abandono de alumnos constante, cuando desde no pocas instituciones se encienden todas las alarmas para tratar de subsanar esta problemática, llaman a nuestra puerta unos vecinos con nuevas ideas y modelos educativos que, a pesar de haber estado siempre ahí, de pronto se hacen presentes y nos obligan a fijarnos en ellos.
Educar en casa fue muy común hasta que se logró el acceso a una educación gratuita a la mayor parte de la población. Las familias ricas, normalmente nobles o burguesas, solían tener en sus grandes viviendas a institutrices y maestros privados que acudían para enseñar a los infantes toda suerte de temáticas: idiomas, filosofía, economía, política, religión, etcétera.
Como ejemplos tenemos a Malthus, quien en su casa solariega de Bramcote recibió la más variada educación y tras la cual entró en varias academias y universidades; o al mismísimo Goethe, a quien su propio padre tutelaba, un abogado retirado ya de la vida pública, que le imbuyó de un gusto y una pasión desmedidas por el saber, donde destacaban las lenguas antiguas (aprendió hebreo y árabe), la medicina y, cómo no, la literatura.
Se puede comprobar por la talla e importancia histórica de estos hombres que la educación en casa no les supuso ningún hándicap sino, quizás, todo lo contrario: les produjo un súbito encantamiento por el saber y por el conocimiento humano y religioso; en cierto modo se independizaron de una enseñanza reglada, formal y, como bien lo señala el helenista y filósofo sevillano Emilio Lledó, del “asignaturismo” que hoy impera en muchos países europeos y americanos y que nos impide disfrutar de lo que estudiamos y hacemos precisamente por esa necesidad de cumplir con las exigencias del expediente.
Pues es así y conviene destacar que la educación actual está enmarcada previamente en unas asignaturas y unos objetivos que suponen un terreno arado para medir y calificar al alumno pero que al fin y al cabo muchos ellos se “desencantan” y terminan por abandonar.
El home-schooling lleva dándose en Europa y en otros continentes desde tiempos remotos, muchas veces esto era debido a la pésima e insuficiente educación pública a la que podían acceder pero... ¿qué ocurre en la actualidad?, ¿existen familias en la actualidad que educan a sus hijos dentro de sus casas?
Así es, esta modalidad de enseñanza, a pesar de ser infrecuente, día a día va tomando mayor importancia. No hay registros fiables que nos indiquen el número de familias que en la actualidad educan en casa pero pueden ser unas 2000.
Las familias que educan en casa no tienen por qué tener características especiales ni ideologías liberales o conservadoras. Según encuestas, el 50% de los padres que hace home-schooling tienen estudios universitarios, un dato bastante llamativo puesto que el porcentaje general en España de padres con estudios superiores no alcanza el 20%. Incluso, de las encuestas, llama la atención cómo de estas parejas, son más las mujeres que poseen estudios superiores en comparación con los hombres. Un 65% de los encuestados no son practicantes, frente a un 22% que toman la religión como algo trascendental para su vida y la de sus hijos. Su nivel económico, al contrario que hace siglos, está dentro de la media española. Para mantener a sus hijos educados en casa es muy común, además de necesario, que solo trabaje uno de los dos cónyuges y que el otro quede en casa cuidando de la educación de sus hijos, o que ambos trabajen a tiempo parcial y se repartan la tarea. Su ideología política no es extremista, más bien se encuentran en el centro del sistema, no se puede achacar a este modelo de educación ningún tipo de sesgo ideológico aunque haya familias que, obviamente, lo tengan, como veremos a continuación.
Y bien, tras comprobar mediante las encuestas que estas familias poseen las mismas características que cualquier otra, ¿qué razones tienen para querer que sus hijos no acudan a clases?
Son varias y de muy diversa índole, pero las más destacables son sobre todo las de tipo pedagógico: la incapacidad de la escuela para educar a sus hijos con contenidos de calidad, la dificultad de los profesores para enseñar individualmente a cada niño, el poco trabajo que se toma para despertar el interés por el conocimiento en los alumnos , la imposibilidad de resolver necesidades educativas especiales como la dislexia, discalculia, superdotación intelectual, etcétera y también, en el terreno ideológico, inadecuación de contenidos curriculares como algunas asignaturas o contenidos concretos, a saber, la teoría de la evolución, la asignatura de Educación para la ciudadanía, religión, etcétera.
Pero, ante todo esto, ¿qué opinan los protagonistas?
Por lo general, los niños educados en casa, llegan en temprana edad a ser mucho más independientes de los adultos, muchas veces el ritmo de aprendizaje que llevan no es el mismo que en el colegio, sino que se les permite una mayor tranquilidad sin necesidad de competir contra un horario o contra los demás alumnos. En la mayoría de casos no comienzan a leer hasta a partir de los ocho años, pero según ellos y sus padres, el hecho de no estar obligados sino de simplemente ellos mismos desear leer, les hace disfrutarlo mucho más y tener un mayor gusto por la lectura y por el conocimiento. Así ocurre con muchas otras disciplinas. Bastantes niños educados en casa llegan a la educación secundaria con un nivel más alto que el de los que estudiaron primaria en un colegio.
Los niños encuestados dicen que son felices, que esto no les impide tratar con los demás niños ni les supone un problema de integración en cualquier grupo de semejantes. Además muchos de ellos destacan la tranquilidad y lo a gusto que se sienten al coger cualquier libro o asignatura que estudiar, lo ven no como una tarea pesada que cumplir, sino algo que les va a llenar como personas y les va a dar mayor felicidad y satisfacción.
Pero como siempre, hay detractores de este modelo de educación en casa. Muchos dicen que esto les supondrá a los niños un déficit y una mayor dificultad a la hora de llevar a cabo relaciones interpersonales. También ponen encima de la mesa que este tipo de educación sea obligatoria y que, por tanto, sea necesario que todos los niños y adolescentes deban estar obligados a asistir a clases. Otros argumentan la incapacidad de los padres para enseñar contenidos más concretos y complejos a sus hijos, aquellas asignaturas que requieran una mayor especialización y donde la mano de un profesor no se pueda superar por la del padre.
Gran parte de las familias que educan en casa están dentro de procesos judiciales por abandono del menor, y están luchando para que se les permita o, al menos, se llene el vacío legal en esta modalidad de educación que no aparece explicitada. Aunque muy pocas de estas denuncias han sido llevadas a los tribunales, ya que es una matería que siempre se ha encontrado (es decir, no está regulado ni prohibido).
Ya en Cataluña, con su LEC (Ley de Educación de Catalunya), concretamente en el artículo 55, se contempla la posibilidad de que las familias pongan en práctica una educación no presencial para toda la educación obligatoria.
En el artículo 27, apartado 1, de la Constitución Española también aparece reconocida la “libertad de enseñanza”, al igual que en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, donde, en su artículo 26, punto 2º, aparece que “Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos”.
(En Logroño, 15 de enero de 2011).
(En Logroño, 15 de enero de 2011).
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