Robotín de Google
7 de mayo de 2014
Qué os falta a los conferenciantes
Sois insoportables cuando habláis al cuello de la camisa. Sois insoportables cuando titubeais y os quedáis pensando la mayoría del rato sobre lo que decir después. Así no hay manera de seguir vuestro hilo. Cuando vosotros pensáis qué decir después yo pienso en lo aburridos que sois y lo mucho que tendríais que aprender a hablar y a mantener la atención del público. Otra cosa no, pero aunque no tenga nada que decir, siempre hago que la gente esté espabilada y no se duerma.
Habláis en susurros cuando estáis ante una audiencia de decenas de personas. Habláis sentados, eso es lo primero que tenéis que evitar, hablar sentados. Hay que hablar de pie porque hacerlo sentado es el primer paso para mirar hacia abajo y hablar a uno mismo. No me exijáis luego que os haga preguntas o que me interese lo más mínimo por lo que habéis expuesto. Sois, simple y llanamente, un coñazo.
Aprended a hablar y luego hacedlo. Aunque me estéis contando lo más maravilloso del mundo, si no os lo creéis y si no le ponéis chispa y ganas, me voy a dormir del aburrimiento.
El foco de esta crítica no es nadie en particular. Es más bien un grupo de personas tímidas y poco avezadas en el arte de la oratoria. Tampoco es que todo el mundo tenga que ser un gran orador a lo Cicerón pero, demonios, qué menos de poner un poco de chispa a lo que se está diciendo. El entusiasmo, eso es lo que falta hoy, joder... entusiasmo, aunque sea por algo muy básico. El entusiasmado es visto con recelo por la gente que es incapaz de conseguir ilusionarse por nada más allá del botellón findesemanero. El entusiasmo diario por una actividad diaria es también algo que hay que cultivar poco a poco. Un orador sin entusiasmo es un bloque de cemento ante una audiencia instalada en el sopor.
Unos cuantos consejos para hablar bien en público:
-Hablar de pie.
-Hablar con un guión.
-Divagar lo justo, ni muchas anécdotas ni discurso árido hasta la desesperación.
-Mirar al público.
-Tono simpático sin afectación. Sin ínfulas de superioridad, ni acento intelectualoide. Hablar de manera amistosa aunque el tema sea peliagudo.
-Respirar bien entre frase y frase.
-El guión no implica tener un papel para leerlo al pie de la letra.
-Si no queda más remedio que leer de un papel, qué menos que hacer una lectura lo más cercana posible al habla natural.
-Controlar el tiempo de atención del público. Hay un punto en que el público comienza a perder interés, entonces hay que llamar la atención de alguna manera: interactuar con ellos (preguntas, etc), anécdotas interesantes...
Tampoco digo que haya que ser un rockstar pero a veces está mejor dar esa imagen que la de un monje de clausura.
He dicho.
En Zaragoza, 7 de de mayo de 2014.
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