Robotín de Google
25 de marzo de 2014
Cultivarse con Internet al lado
Podemos pensar que cultivarse supone ir en busca de nuestros propios límites intelectuales. También podemos verlo como un cultivo propiamente dicho, un cultivo sin fin y que no siempre se realiza para su posterior consumo. El culto que despreciaba Deleuze, el que se convierte en un saco de sabiduría pero a la cual no es capaz de dar salida en la vida real.
El culto puede que no viva en la realidad. Yo soy de los que piensan que una persona debe digerir y vomitar o expulsar de la manera más digna posible todo lo que ha tenido la suerte de aprender en su vida y en sus estudios.
¿Qué ocurre hoy?
Hoy vomitamos parcialmente, como yo aquí mismo. Hoy expulsamos conocimiento en células microscópicas incapaces de decir nada más allá del arrastre con el dedo pulgar en la pantalla de la tablet. No hay nada que quede en la cabeza de nadie a lo largo del tiempo.
Las lecturas rápidas: las lecturas veloces son criminales. Las lecturas veloces son las de Twitter. Twitter se inspecciona con una rapidez inconsciente, al igual que los titulares de un periódico o del lector RSS. Hay tantísimos elementos por leer que podemos estar seguros de informarnos superficialmente de todo aunque no hayamos tenido acceso directo al resto de la noticia.
¿Es eso información? Creo que es información pero no es la información deseable. Aprender requiere tiempo, requiere monotarea, pero hoy en día somos incapaces de hacer monotarea. Es cada vez más difícil separarse de los aparatos, abrir espacios libres de notificaciones en tiempo real y de noticias que están esperando a ser devoradas. El periodismo tendría que estar más vivo que nunca porque nunca antes habíamos tenido tantas posibilidades de leer pero no ha sabido estar a las alturas, como casi ningún otro gremio tras una revolución técnica y científica.
Y tampoco los estudiosos. No hemos sabido estar a la altura de los tiempos y, los que intentamos abrazar las tecnologías, vemos directamente sus ventajas pero más adelante aparecen sus contrapartidas.
¿Cambiará la tecnología la manera de pensar? No cabe duda.
Este es un ejemplo más de cómo el formato, en ocasiones, acaba modificando sustancialmente la experiencia y convirtiéndola en otra cosa diferente. Quizá ya no habría que decir que estamos leyendo noticias sino, más bien, que estamos inspeccionando el titular que más nos interesa, la gracia más chistosa o la imagen más chocante... Todos estos son elementos informativos cuya superficialidad es manifiesta. Encierran un desarrollo de ideas y elementos de diversa índole que, cada vez, vamos siendo más incapaces de dilucidar.
Un saludo,
Fran Riveira.
En Zaragoza, 25 de marzo de 2014.
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