Robotín de Google

17 de marzo de 2014

Polvo de estrellas



No me resigno. No, no y no.
No me resigno a vuestros reduccionismos. No, no y no.
No me resigno a ser polvo de estrellas. Ni de coña.
No me resigno a que digáis que soy reducible 100% a eso. No.

Las licencias poéticas tienen mucho peligro y más si tienen esta apariencia de benévolas y bonitas. ¡Oh, Sagan! ¿Cómo podrías tú, dios de los divulgadores científicos, decir algo que no fuese cierto? ¡Qué preciosidad de programa (no lo pongo en duda) pero qué metedura de pata, por voluntad poética y materialista atrasada!

Los materialistas atrasados. Dícese de aquellos muchachos y muchachas científicos... cientifistas, mejor dicho, que creen que todo es reducible a lo material. ¡Claro que sí! Pero no toda la materia es igual. Ni toda la materia es polvo de estrellas ni las consecuencias de ser producto de ese mismo polvo son las que estos señores nos quieren hacer ver, de manera tan poética.

NOS LA HAN VUELTO A COLAR CON GLASEADO DE POESÍA.

No me gusta, no me lo trago, no aguanto más a estos que se ponen a publicar poesía (además, de la barata) con este sentido que... lo voy a reconocer, no sé muy bien cuál es.

¿Qué sentido tiene esta expresión?

Me parece, como denuncio, que el primer sentido es el poético (además del científico, que no es el que aquí refuto). Pero de lo que pude estudiar en algunas asignaturas de publicidad... detrás de lo más objetivo y poético se puede encontrar lo más oscuro y tergiversado.

Y yo me pregunto, ¿qué hacen los cristianos que no saltan encima de este hombre? Y me vuelvo a preguntar, ¿qué hacemos los filósofos sin denunciar un asalto a la inteligencia, a la humanidad, a la variedad e infinitas posibilidades del ser humano de dejar de ser SÓLO y 100% polvo de estrellas?

¿Qué hacemos con eso? Pues bien: nos callamos. Nos callamos como nos callamos a principios del siglo pasado. Nos callamos como nos callamos al final de la modernidad y como pocos se atrevieron a denunciarlo, por ser pocos, pocos acertaron y todos cayeron en esas lógicas terroristas (de verdad).

Terror es hacer pensar que uno es polvo de estrellas. Terror es pensar que a uno lo definen reacciones químicas y causalidades zoológicas y biológicas. El biologicismo es uno de los modos de terrorismo más bien engranados, más sutiles y perfeccionados tras los años. No nos damos cuenta de cómo se meten en nuestro pensamiento y cuando somos conscientes... ¡adiós!

Uno es eso pero no se define por eso. Está bien alabar lo poético de la infinidad del universo y de la belleza de los astros pero... os digo otra cosa, no estáis descubriendo América. Creo que los primeros cantos al cosmos y a su belleza datan del 4000 a.C... o desde que al ser humano le dio por mirar al techo de su realidad. No estáis descubriendo nada. De hecho, creo que estáis volviendo al pasado, sois conservadores de la poesía. Ahora que ya no queda nada en lo que verse reflejado, ahora que la comunidad científica pasa de una manera preocupante de solucionar los problemas de abastecimiento mundial y se dedica a perfeccionar los coches híbridos y los materiales de los teléfonos móviles para que estos se puedan doblar... ahora que estamos vacíos de contenido y cuando nuestra propia creación nos ha adelantado cien mil leguas, a la que tratamos de alcanzar, sin éxito, para poder controlarla... ahora es cuando volvemos a mirar al cielo.
Somos conquistadores conquistados por su propia conquista.

¡Ay, el hombre!
¡Ay, la mujer!
¡Ay, los demás cuerpos!
¡Ya no se sirven a sí mismos e intentan buscar las maravillas lejos del mundanal ruido!

Deslocalizamos los problemas en el espacio, como siglos atrás se deslocalizaban las desgracias allende los mares. Seguimos creando y rehaciéndonos pero nunca estamos por la labor de hacer ese trabajo tan costoso pero tan necesario, a saber, mirar nuestro camino y ver cómo hemos llegado hasta donde estamos ahora.

Ahora miramos las estrellas de nuevo.
Y de tanto mirar las estrellas caeremos al pozo, como el filósofo de Mileto.

Fran Riveira

En Zaragoza, 17 de marzo de 2014.

PD: Como no hay nada más irritante que ser malentendido me gustaría apuntar que sostengo lo que Carl Sagan tan bien supo divulgar. Y digo más: ojalá todos los divulgadores de la ciencia en este país fuesen la mitad de profesionales que él. Lo que, en definitiva, vengo a denunciar con este texto son los problemas que surgen tras llevar a último término expresiones como las que dan título a este post. Un saludo.

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