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26 de julio de 2014

[Ensayo] Unamuno y el pensamiento cientificista - Cuarta parte



En el Sentimiento trágico de la vida.

De una manera más sistemática aunque no por eso perdiendo la esencia de la crítica unamuniana, en El Sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos se lleva a cabo un resumen de todo lo que nuestro autor piensa sobre el mundo en sus componentes más visibles y humanos: lo racional, la filosofía, lo pasional, la fe, dios, el amor...

Todos estos problemas se engarzan en las páginas de esta obra que, si bien no se trata de una novela al estilo de San Manuel, Amor y Pedagogía o Niebla, sí que inserta en ella figuras retóricas que consiguen dar mayor potencia a su lenguaje, que le consiguen poner cara a cara con el lector.
Entre los consabidos atractivos de Unamuno se encuentra el de su cercanía al lector, Unamuno le habla directamente a él, y se desvela como humano, preocupado, sin idealizar sus problemas pero haciendo universales sus sufrimientos. Unamuno no escribe para sí mismo, escribe para el lector, y para un lector del tipo atormentado español, avasallado por las críticas que vienen desde el exterior hablando de España como un país inculto, pobre en ideas y débil por sus costumbres, escribe para esta persona que puede leer y que puede entenderle, y es entonces cuando comparte sus ideas de hombre de carne y hueso.
En las primeras páginas de la obra se detiene a dar un repaso a las corrientes filosóficas que más daño, según él, han hecho a la humanidad, no por sus conclusiones sino por su método, un método, como ya hemos comentado, que destruye al objeto de estudio (el ser humano). En esta obra Unamuno sigue haciendo su crítica a la parte espiritual entendida como religiosa en el ser humano, pero yo voy a hablar de esa parte espiritual como inseparable, así y todo, de un monismo materialista. Unamuno habla de su sentimiento ante dios (para él es un dios de amor), de qué entiende por fe (como hemos visto, una fe asentada sobre dudas, la auténtica fe y no la del carbonero) y por religión. A ese dios tampoco se llega por convicción racional, por resultado matemático, ni por vías agustinianas, a ese dios se llega queriendo que haya dios. Así lo resume, Unamuno, en estas pocas líneas que siguen:

“A este Dios cordial o vivo se llega, y se vuelve a El cuando por el Dios lógico o muerto se le ha dejado, por el camino de la fe y no de convicción racional o matemática”.

Se podría achacar a don Miguel la prosecución casi descarada de una constante falacia ad hominem pues en sus comparaciones y ejemplos de prácticas contrarias a los principios que él plantea (sobre todo en el primer capítulo) habla de personas físicas, no de estructuras, así como habla desde su carne y huesos habla de personas de carne y hueso.
Uno se sorprende al escucharle hablar de Kant, uno de los filósofos que menos destacó por, precisamente, su puesta en evidencia de alguna suerte de sentimientos y pasiones, pues habla de él como un hombre preocupado por la inmortalidad, preocupado por hablar de esa razón pura que trataba de descifrar. También, en sus menciones a Spinoza, se refiere a él no como intelectual sino precisamente como español obligado a marchar al exilio por diversas circunstancias: para Unamuno es más importante la persona y su circunstancia histórica y personal que el pensamiento que haya podido llevar a cabo. A la hora de estudiar autores, sobre todo si estos son filósofos, se suele hacer de pasada mención a los avatares de su vida, su biografía se deja en un segundo plano y es precisamente esta costumbre de que lo biográfico es algo desechable y secundario lo que hace creer a la gente que no es importante, Unamuno nos dice que estamos equivocados y que es precisamente el huevo de la vida lo que da lugar a la gallina del sistema filosófico.
Tanto es así que, de acuerdo a su crítica a las personas ateas, estas realmente no tienen motivos para despreciar a la gente creyente o religiosa sino que es meramente un odio por no poder enfocar correctamente sus propias inquietudes existenciales, que proyectan sobre la ciencia con la desgracia de que esta es incapaz de solucionarlas.

Para terminar, incluyo una cita del historiador y filósofo Wilhelm Dilthey, pues nos va a servir como nexo de unión entre esta parte del ensayo y la última, donde desembocaremos en la cuestión principal: el cientificismo.

"Y mientras nadie afirme que es capaz de inferir el complejo de pasión, creación poética y reflexión intelectual que llamamos la vida de Goethe, de la estructura de su cerebro, de las propiedades de su cuerpo, y hacerla así mejor comprensible, no se discutirá tampoco el puesto independiente de una ciencia semejante".

En efecto, la ciencia natural o la razón matemática van a tener poco que decir para comprender mejor la clave del ser humano pues este no es reducible a tales aproximaciones insuficientes y cerradas en sus propias categorías y objetos de estudio.

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