Robotín de Google

17 de octubre de 2014

La banalización del sufrimiento ajeno



Llegan esos días en los que uno tiene poco que decir. Los temas ya parecen ser redundantes y dar poco juego. Hay bastantes pasiones que nos motivan a escribir para así expresarlas mejor pero, por mucho que queramos, nos resulta difícil ponernos a ello.

En esta ciudad la vida sigue, en este país también... es sorprendente cómo la vida sigue cuando otras cientos y miles de ellas se pierden a pocos kilómetros de la frontera constantemente. La gente tiene las narices de seguir haciendo su vida, aunque al lado estén muriendo compatriotas o vecinos. Yo esto lo puedo llegar a entender pero mi sentimiento de la empatía está algo más desarrollado. Este sentimiento se puede llegar a atrofiar al igual que los alemanes del Tercer Reich. Cuando la estructura de nuestras vidas o de los estados en que estamos insertos pueden con nosotros, con nuestros sentimientos más básicos y nuestras tendencias más humanitarias, consiguen hacernos olvidar que todos seguimos siendo seres humanos.

Está, por un lado, la banalidad del mal, y por otro lado la banalización del sufrimiento.

Decía Emilio Lledó que los videojuegos eran productos aborrecibles porque podías matar en ellos. Que no eran como las películas, donde otros mataban, sino que eras tú mismo el que, con tu mano o tus dedos, decidías conscientemente matar a alguien, por mucho ser virtual que fuese. Yo me pregunto si así es como piensan los que deciden participar en una guerra, si hay un sentimiento mayor que convierte en seres virtuales a todos los demás enemigos. Sigo sin creerme que a estas alturas de la historia haya gente con una capacidad de abstracción tan abrumadora, tan descorazonadora.

No hay nada que decir puesto que, aunque ya esté dicho todo, me encuentro en un momento en que me toca observar y más tarde actuar en consecuencia.

Porque sí, quiero actuar.

Francisco Riveira

En Estambul, Turquía.

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