Conclusiones:
El Jardín ofrece el acceso a una micro-comunidad colectiva aunque el discípulo de Epicuro no busque tanto cambiar el mundo como cambiarse a sí mismo (esa micro-comunidad es en cierto modo apolítica). La palabra de Epicuro era una guía de acción para todos sus discípulos y no tan solo unos apuntes sobre los que debatir a puerta cerrada. Diógenes de Oinoanda, varios siglos después, mandaría grabar las máximas de Epicuro en un muro para que cualquiera que pasase junto a él pudiese observar su pensamiento quintaesenciado. De dicho muro (que se destruyó tras un terremoto) sólo se ha podido rescatar una tercera parte; parte, por otro lado, suficiente como para ampliar nuestro conocimiento sobre este autor.
La consecución de la felicidad por medio del placer no se cierra del todo en el hombre particular sino que se planteará una suerte de estado jubiloso que se contrapondrá al Estado decadente en que él mismo vivía. La ciudad platónica no sirve como proyecto factible ya que es un proyecto que parte de fundamentos y una idea muy arraigada e inamovible de la perfección, y en el Jardín la perfección suponía una concesión a la irrealidad y al totalitarismo por lo que ellos proponían una resistencia activa frente a este modo de filosofar.
Pertenecer a esta comunidad suponía, al modo de Rousseau, haber firmado un contrato previo. El contrato que regirá en el Jardín hace posible una comunidad filosófica como la que se dio ahí. Esta comunidad filosófica va a estar basada eminentemente en la amistad, una amistad que incluye a todas las edades, pues para Epicuro nunca va a ser ni demasiado tarde ni demasiado pronto como para filosofar, así lo dice en su Carta a Meneceo:
“Nadie por ser joven dude en filosofar ni por ser viejo de filosofar se hastíe. Pues nadie es joven o viejo para la salud de su alma. El que dice que aún no es edad de filosofar o que la edad ya pasó es como el que dice que aún no ha llegado o que ya pasó el momento oportuno para la felicidad.”
La filosofía política que subyace bajo estas máximas epicúreas se puede resumir en tres puntos. Será a partir de ellos desde donde partan Rousseau e incluso Hobbes a la hora de teorizar sobre el estado como Leviatán y el archiconocido “estado de naturaleza”:
-El derecho natural: es útil para la especie y para uno mismo como perteneciente a una comunidad el no sufrir ni hacer daño al otro.
-Nada es justo o injusto sin un contrato previo que cree las reglas del juego político y legislativo.
-La justicia, por tanto, sólo existirá si existe un contrato aceptado libre e informadamente por los miembros de la comunidad.
…
Hacia Epicuro, a pesar de la dificultad de su estudio y de la patente escasez de testimonios directos, se siguen lanzando acusaciones por lo poco claro y contradictorio de algunas de sus máximas. Por supuesto que en aquellos testimonios que de Epicuro hemos recibido puede que haya algunas paradojas pero, ¿en una obra de más de trescientos volúmenes escritos por un hombre que vivió 72 años es posible la existencia de un pensamiento único? Sea como sea, el auténtico valor del pensamiento filosófico de Epicuro es que pugnó en vida contra los modos hegemónicos de filosofar. Esta lucha prosiguió con fuerza tras su muerte y, así nos parece, continuará por mucho tiempo, renovando semana tras semana en las carteleras del pensamiento filosófico alternativo.
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