Robotín de Google

17 de agosto de 2014

Por qué no se puede predecir la historia



Continuación del post de ayer...


En La miseria del historicismo  Karl Popper intenta refutar el historicismo y, aunque no lo consigue de hecho, sí que expone y problematiza la cuestión, que es lo que a mí me interesa. Popper nos cuenta en la introducción qué entiende por historicismo.

“[...] un punto de vista sobre las ciencias sociales que supone que la predicción histórica es el fin principal de éstas, y que supone que este fin es alcanzable por medio del descubrimiento de los ritmos o los modelos, de las leyes o las tendencias que yacen bajo la evolución de la historia.[...]Estoy convencido de que estas doctrinas metodológicas historicistas son responsables, en el fondo, del estado poco satisfactorio de las ciencias sociales teóricas[...]”

La respuesta  de Popper a esta posición se puede resumir en cinco puntos:

-La historia se encuentra permanentemente influida por el crecimiento del conocimiento humano.

-No se pude predecir el crecimiento de nuestros conocimientos humanos. El progreso científico es insospechado.

-Así, no se puede predecir el curso futuro de la historia humana.

-Por tanto hemos de rechazar una historia teórica: no hay algo así como una predicción histórica.

-La meta de los métodos historicistas está mal concebida. Por tanto el historicismo cae por su propio peso.


Este argumento no va en contra de que sea posible cualquier predicción social, es compatible con predicciones, por ejemplo, económicas, o sociológicas. Pero parece que tampoco en esos casos la predicción va a estar al mismo nivel que, por ejemplo, la de un meteorólogo al informarnos de un frente frío dentro de tres días.

Una consecuencia interesante de esta imposibilidad es que, en el caso de los conocimientos sociológicos, ningún sociólogo tiene la posibilidad de predecir sus resultados futuros puesto que él mismo es parte de ese resultado. En esto consiste el efecto Pigmalión, que sucede cuando el objeto de estudio actúa conforme a las perspectivas y motivaciones del que le estudia. Si un sociólogo dice que estamos en crisis económica tanto los mercados como las personas actuarán en consecuencia, dando realidad a dicha afirmación. El caso contrario, si un sociólogo o economista predice un futuro de gran penuria económica, ¿no estará modificando la conducta de los que leen detenidamente su estudio para que esa predicción no se dé? Este es el problema de Edipo, que tratando de cambiar su destino al final se da de bruces con él, matando a su padre. Nosotros podemos tratar de cambiar nuestro destino social pero a riesgo de que resulte una nueva realidad no conjeturada por nadie. El sociólogo estudia una realidad cambiante que, a su vez, él mismo cambia.

Teniendo esto en cuenta, dice Popper que ha habido numerosos intentos de modificar las ciencias sociales, con cierto éxito en la psicología (con Wundt) pero con menos en las ciencias sociales teóricas. La pregunta es: ¿las lógicas de la física son aplicables del todo a las ciencias sociales? Hay dos escuelas que responden, respectivamente, afirmativa y negativamente a esta cuestión: los pronaturalistas o positivistas y los antinaturalistas o negativistas, que se oponen a estos métodos.

Uno de los problemas de los pronaturalistas es que se puedan emplear las leyes sociológicas incambiables (fruto de la naturaleza) para fines bastardos, es decir, aceptar lo indeseable porque se trata de una ley natural. El éxito de las ciencias físicas está en la uniformidad de la naturaleza pero, como hemos visto, este principio es inaplicable a la sociología y a los saberes históricos.

Otro caso problemático interesante, que ya hemos apuntado previamente, es que estos experimentos sociológicos a gran escala (aprovecha aquí Popper para atacar al utopismo), experimentos de ingeniería social, no se pueden repetir en condiciones equivalentes porque el mismo hecho de ejecutarse ya cambia esas condiciones. Dice Popper que la experiencia del suceso repetido no es la misma que la del suceso original, porque en nosotros queda el recuerdo de esa primera vez y actuamos de diferente manera. Puede haber ciclos históricos pero nunca se repetirá la Revolución Francesa exactamente, ni siquiera bajo condiciones de laboratorio. Un acontecimiento nuevo en historia, así las cosas, no podrá ser investigado en la misma línea que la física. Todo evento de la vida social es nuevo, puede ser puesto en analogía con acontecimientos anteriores pero es totalmente nuevo e impredecible: “el organismo aprende por experiencia”. En física no hay novedad, y si la hay sólo lo es en apariencia como resultado de una combinación diferente de elementos cuya novedad no existe. En física, además de enfrentarnos con una materia mucho menos complicada, la simplificamos aislándola experimentalmente. En sociología (ya he criticado en alguna ocasión la herramienta conceptual auxiliar del ceteris paribus) encontramos una doble complejidad: la imposibilidad del aislamiento y la vida mental. Esta vida mental tiene un estatuto propio (psicología) pero puede ser reducida, a su vez, a la biología, a su vez a la química y por último a la física. Pero no podemos hacer el camino contrario (de la física a la psicología) sin dejar de comprender, como diría la querella, el objeto de estudio que se está tratando.

Un saludo.

Francisco Riveira
En Logroño, España.
17 de agosto de 2014.

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